La ingratitud del fútbol

No sé si el ya dimitido entrenador del Formentera, Tito García Sanjuan ha hecho todo lo que se le pedía, pero si estoy seguro de que ha hecho todo lo que se podía e incluso un poco más. Quizás este haya sido su mayor pecado, no darse cuenta de que las leyes no escritas del fútbol prescriben que cuanto más alto vuelas más se te exige y, como lección no aprendida, que los futbolistas son lo más desagradecido de este deporte.
En cierta ocasión Benito Floro me definió un equipo como el conjunto de once monedas falsas que aun consciente de que lo son, tienes que pagar con ellas en el mercado. Otros técnicos, desde Cúper, Serra Ferrer y algunos más, me enseñaron que cuando clasificas a un club en posiciones europeas o ganas algún título, la temporada siguiente la afición y los directivos quieren más, incluso si tienes peores jugadores o ha bajado el presupuesto.
Más allá de la salida de tono de ciertos discípulos, el profesor aragonés era el primero en saber que lo que ha conseguido desde la modestia no se puede repetir. El representante de la menor de las Pytiusas reconoce que por mucho ruido que hayan hecho en la Copa del Rey y en la primera vuelta del campeonato, costará dios y ayuda mantener la categoría y que los sueños, sueños son, como ya nos enseñó Calderón de la Barca. El suyo ha sido un despertar amargo, pero que le quiten lo bailado.
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