El problema de la mediocridad es que la víctima de esta enfermedad no se da cuenta. Por eso, los socialistas y los econacionalistas están hoy golpeándose la cabeza contra las paredes por la Ley de Radiotelevisión que redactaron, que presentaron al Parlament, que votaron y que nunca entendieron porque ni la leyeron ni hubieran sabido qué significaba, dado que era más complicada que una rondalla. La izquierda aprobó una ley por la cual el nuevo director general de IB3 tendrá un mandato de seis años, dos más que los gobiernos autonómicos. ¿Por qué tanto? Porque en un momento dado tuvieron la idea de exigir que el nombramiento fuera por dos tercios de la cámara, de forma que ningún partido podría imponer su propio candidato. Pero como las luces dan para lo que dan, introdujeron un punto adicional que dice que si no hubiera este acuerdo de dos tercios durante seis meses, entonces el nuevo director general -en quien reside todo el poder- será nombrado por mayoría absoluta. O sea que en enero de 2012 el PP podrá nombrar un director de IB3 para seis años, es decir, incluso para los dos primeros años de un hipotético mandato de la izquierda, a partir de 2015. Las paredes de las sedes de los partidos de izquierda muestran claramente las huellas de los cabezazos de nuestros prohombres por no haberse enterado de lo que habían aprobado. No digamos la que les espera si pierden las siguientes elecciones: entonces en 2018 el PP podría nombrar un director hasta 2024. (No les contaremos aquí que el futuro de la televisión convencional es limitadísimo y que para entonces la audiencia ya tendrá tantas alternativas on line que IB3 será algo casi clandestino. Eso sería ya hacerlos pensar demasiado).





