Sanidad | La jeringuilla

La mujer sin pañuelo

Querida desconocida. Hace semanas que te veo por las mañanas, siempre sola, unas veces sentada en un banco, dejando que los primeros rayos de sol, esos que apenas si calientan, entibien tu piel, con un libro en las manos y unas grandes gafas de sol; otras, sentada en la terraza de una cafetería, tomando un café lentamente y mirando a tu alrededor, aparentemente relajada, con la sonrisa en los labios y convirtiendo esos momentos en una apacible rutina. ¿Qué tienes de especial? Mucho, porque eres de las pocas que ha renunciado al pañuelo o a la peluca y ha decidido mostrarse al mundo sin pelo, porque sigues siendo la misma, sólo que ahora estás luchando de cara, con dignidad y valentía, contra el cáncer y afrontas los efectos de la quimioterapia como mejor sabes, demostrando que no has cambiado porque hayas perdido el cabello, que cada día es uno más de esperanza en el que tienes que mantener las fuerzas. Eres frágil, pero fuerte, como lo demuestra la decisión que has tomado y como encaras la vida, porque tú, como todas, eres mucho más que una cabeza sin pelo y has decidido pelear esta batalla al desnudo, sin miedos ni complejos. Y no sabes como te admiro por haber sido capaz de hacerlo y por decirle al mundo sin palabras que sigues siendo la misma, con los mismos sueños y los mismos anhelos, exactamente la misma, sólo que ahora, por esos zarpazos que te da el destino, has tenido que renunciar a tu imagen habitual y lucir otra, pero lo haces con tanta naturalidad que verte es una inyección de fuerza cada mañana. Te confieso que cada vez que paso junto al centro sanitario en el que tú recibes el tratamiento, te busco con la mirada y me alegro cuando te veo tan vital como siempre. He querido hablarte muchas veces, decirte lo mismo que digo ahora, pero el miedo a invadir tu intimidad me ha frenado, porque no nos conocemos, sólo nos vemos, pero para mí, y espero que para todas las personas que te ven y que te rodean, te has convertido en un símbolo, en el de la mujer que renunció al pañuelo para demostrarnos a todas que el cáncer no hay que esconderlo. Sólo te deseo, como a todos los que están en la misma situación, que venzas a la enfermedad y que tus mejores años estén todavía por vivir.

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