No imaginaba que el título de una película de Jim Carrey terminara por dar título a un episodio más de la presente etapa del Mallorca. Si es que esto es un no vivir.
Nada, que después de criticar públicamente a Timon, –si a Kustudic le llamaban Pepe, no me voy a entretener en pronunciar o escribir eso de “velenroiter”-a Ortuño y Brandon, además de todo el equipo como colectivo tras el partido de Soria, a Fernando Vázquez no se le ocurrió otra que meter en el saco a Pereira y, de rebote, a los utilleros.
El entrenador adujo que el futbolista se negó a jugar sin la máscara que le protege los pómulos, de uno de los cuales tuvo que ser intervenido recientemente. No explicó si el olvido se debió a la dejadez del profesional o a quienes debían custodiar el artilugio, si es que era responsabilidad ajena. Mal para ambos y, de paso, para la organización de la SAD, porque cabe preguntarse si era imposible un servicio express de mensajería entre Palma y Almería con no menos de treinta y seis horas de tiempo. Seguro que los veinte millones de inversión inyectados por Sarver cubren las tarifas de transporte. Una vez más entiendo al jugador por no querer arriesgarse a un golpe de consecuencias indefinidas y cada vez menos me encaja la política del club en cualquiera de sus áreas.
No está de más recordar que el técnico gallego murió, como el pez, por la boca. Su última y reciente etapa en A Coruña, tras años sin dirigir a ningún equipo, se acabó por acusar a los dirigentes deportivistas de no poner a su disposición a los jugadores que les había pedido. Bueno, algo así. Tiempo al tiempo. Lo que sigo sin entender es cómo entre el delegado de la expedición, el embajador, el consejero delegado y el propio preparador no encontraron una solución.







