Vamos al lío y a la maldita cuesta de septiembre. Mejor dicho, un pozo en el que se ahogan cada año muchas familias. Y subiendo.
Es dramático ver cómo no puedes satisfacer las necesidades mínimas de tus hijos. No puedo pensar qué sentirán esas familias cuando leen noticias que suben la rabia al máximo exponente.
En este país, que se acerca más a república bananera cada día que pasa, se va haciendo imposible seguir creyendo en la clase política. Por ineficaces, por insensibles, por charlatanes, por corruptos y para desgracia de los ciudadanos.
Difícil lo tendrán para llevarnos a las urnas. Aunque eso no supone que los ciudadanos dejen de acercarse a votar. Ahí parece radicar su miedo, que esas fuerzas rojas, dictatoriales y extremas empujen a un pueblo a la protesta, a exigir respuestas y a gritar verdades.
En ésas están ahora. Mientras a los ciudadanos nos resulta imposible digerir que los mismos que cobran un sueldo público incrementado por dietas firman recortes en ayudas a familias necesitadas, para comprar libros de texto.
Encima tienen miedo. Un miedo distinto al nuestro, por supuesto. Pero tienen poder, o pretenden tenerlo para establecerse en la cúspide largo tiempo.
En nuestras manos está poner fin a esta barbaridad porque en democracia jugamos todos. Todos.
