Bien podría definirse así al Consolat de Mar, sede de un Govern que reincide poniendo al frente un profesional de farmacia, como si la clase dirigente precisara tener al alcance de su mano un botiquín bien atendido o sepa que sacarnos de la crisis merece fórmulas magistrales. En este contexto, podríamos asimilar la mitología griega y la política, ya que Asclepio, dios griego de la medicina, al que se dibuja con una serpiente envolviendo un gran báculo, tuvo dos hijas: Hygea (diosa de la salud y la higiene) y Panacea (diosa de la curación). A la diosa de los apotecarios se la representa como una mujer sosteniendo una copa en la mano dando de beber a una serpiente o dejando que vierta su veneno en ella. Una simbología del juego de tronos en el que se sienta una casta, cada día más diversificada, que se completa con el papel de Panacea, el remedio para cualquier mal, cuya fórmula han patentado los sucesores de Bolivar. De la administración de pócimas acertadas y de milagrosas recetas que lo curan todo tendremos toda una legislatura para hablar y los nuevos merecen también cien días de carencia, blindados a la crítica. Por eso hoy nos centraremos en analizar la razón del título escogido, cuya definición corresponde a la trastienda de una botica, detrás de lo principal y que le sirve de desahogo.
En la ceremonia del pactismo, halagada por analistas como paradigma democrático, hemos comprobado que la mentira tiene las patas cortas. Hace dos semanas Podemos o sus filiales exigía luz y taquígrafos antes de sentarse a la mesa, como expresión de transparencia, llegándose a proponer la emisión en directo de unas negociaciones en las que solo importaba el programa y la ciudadanía. Una quincena ha bastado para que detrás de las estanterías donde se exhiben quiméricos comprimidos de regeneración democrática se hayan cerrado acuerdos, de espaldas a sus confiados electores y tan mercantiles como oscurantistas. Enviar frases ingeniosas y ser el primero en publicarlas no te confiere el marchamo de autenticidad, que algunas formaciones proclaman. No ha hecho falta que un miembro autónomo del Parlamento, bajo las mismas siglas, haya mostrado su desacuerdo con el proceso seguido a la hora de elegir presidenta de la Cámara, para confirmar que el utilitarismo también tiene precio entre los radicales y que en este mercadillo político todos son fenicios y algunos hacen buenos a los propios fariseos.
No esperar grandes resultados de la yuxtaposición de ocurrencias en los que hubo avenencia entre las fuerzas de izquierda, como la composición de un rosario con misterios desiguales y cuencas diversas, no tenía por qué comportar la decepción generada tras los primeros pasos dados y la preocupación extendida en la calle de que se cumplan los peores augurios de que sean únicamente gestos lo que les avalan. Fórmulas disparatadas para disentir de su propia salvaguarda, sin acatar las reglas del juego acordadas, expresiones de intolerancia y desprecio hacia quien no comparte sus ideas, una pasividad impropia de la responsabilidad que les han delegado y la retórica estalinista para justificar lo que has criticado unas fechas antes son los primeros balbuceos de quienes presumen de ser los auténticos herederos de Platón o Aristóteles. Una hornada de electos y afines que saben bien lo que no quieren, pero no parece que sepan lo que la mayoría social de este país reclama: honradez y honestidad, pero precedido de algo más que la satisfacción de algunas necesidades básicas, adornadas por bonitas palabras que alimenten solo el alma. Menos metro o bicicleta para llegar al trabajo, como si esta fuera la solución de nuestros problemas, porque lo que nuestra economía real necesita es gente que trabaje, cuanto más tiempo mejor y con la mayor eficiencia, sabiendo que sus conciudadanos esperan igualar la calidad de vida que tienen los de arriba y no ser enrasado por igual con el nivel donde ya hay demasiada gente desfavorecida. Su sueldo será mucho o poco por lo que nos dan a ganar, no por lo que se ahorran, así que ya han probado que pueden ser tan mediocres como la mayoría, ahora les toca demostrar que este golpe de autoridad de la soberanía popular ha servido para algo y no solo para desandar lo que hemos andado, con mucho sacrificio, hasta ahora.





