Un periódico de Palma criticaba ayer al concejal de Cort, José Hila, por no resolver el conflicto de los trabajadores de la EMT. El periódico venía a decir que el concejal no está demostrando flexibilidad, capacidad de diálogo ante la disputa con los trabajadores. Es como si el concejal fuera torpe, incapaz, incompetente, como si no supiera cómo salir de este atolladero. Pues es muy sencillo salir, claro. Y el concejal debe estar tentado de hacerlo: se copia lo que hizo Aena; se llama a los sindicatos y se les dice “¿dónde hay que firmar?”, y listo. A partir de ahí, todo son elogios. Los ciudadanos deberíamos entender que lo más sencillo para este concejal o para la alcaldesa es firmar; lo más simple es sacar el talonario y listo: no hay un grito, no hay una crítica, no hay una acusación. Hasta puede que el mismo periódico elogie el talante negociador del concejal. Si firma, si acepta, ¿quién pierde? El concejal, por supuesto que no. Es más, hasta puede que le reconozcamos públicamente que tenía talante negociador. ¿Los trabajadores? No, ellos ganan. ¿Es que va a subir el billete de bus? No, no hace falta ahora mismo. ¿Quién pierde? Pues pierde el sentido de la responsabilidad, el sentido común, la ciudad, los intereses colectivos. Perdemos todos. Pierde la equidad, el que los demás trabajadores no se sientan agraviados, el futuro, el bienestar. Hace años que en España siempre pierde 'eso' que somos todos. Hasta que un día nos encontremos con que hay que subir más los impuestos, que no se pueden dar servicios básicos, que no se puede atender algo urgente, simplemente porque tenemos un desorden interno insoportable, que algunos están ganando algo que no tiene proporción. Algo, en su escala, similar a lo que nos pasa con los controladores, que ganan más que Fernando Alonso. También el resultado de ministros negociadores, con buen talante, dispuestos a llegar a acuerdos... con nuestro dinero.
