La reducción de las inversiones estatales en Baleares en más de un 11 por ciento, tal como prevén los Presupuestos Generales para 2019, y la escasa confianza de que el REB llegue con suficiente dotación financiera en los próximos meses obligan a la presidenta Armengol a buscar argumentos de urgencia con los que tapar el desastre de imagen. Las limitaciones en este aspecto no son pocas, dado que los socios de gobierno no comparten el interés por las grandes obras viarias o las infraestructuras, que siempre son muy socorridas pero que, en este caso, arrastran una etiqueta anti-ecologista que ni Més ni Podem están dispuestos a sostener.
La situación de Armengol es muy incómoda desde que a principios de esta semana se conocieron los planes de Pedro Sánchez, quien prevé dejar a Baleares a la cola de las inversiones del Estado, muy por debajo de los recursos que había destinado en 2018 el presupuesto de Mariano Rajoy. El martes pasado, la presidenta eludió el pleno del Parlament, por lo que se salvó de dar explicaciones sobre las menguantes cuentas de Moncloa para las Islas. En su ausencia, la consellera Cladera salió a expresar su decepción calificando de "insuficientes" las inversiones previstas, mientras que la delegada del Gobierno, Rosario Sánchez, en un ejercicio de obediencia política, afirmó que los de 2019 son "los mejores presupuestos para Baleares de los últimos 8 años".
No es descartable que, de avanzar la tramitación de los Presupuestos Generales -si Sánchez consigue aglutinar una mayoría parlamentaria que los apoye-, se produzcan modificaciones. Es para lo que deben estar trabajando Armengol y su equipo, conscientes de que una enmienda a tiempo puede salvar la honra a unos meses vista de las elecciones. Se trata de conjurar el daño que las decisiones de Moncloa pueden hacer a los candidatos socialistas el próximo mes de mayo.
Mientras tanto, Armengol parece decidida a lanzar cortinas de humo que tapen el panorama real. Sólo en este sentido cabe entender el anuncio del inicio de las obras del futuro centro socio-sanitaro de Son Dureta, realizado el pasado miércoles, o las nuevas propuestas de electrificación ferroviaria, por ejemplo; todos ellos, proyectos con un horizonte de años pero que sirven para mantener la ficción de que hay planes solventes y que el Govern funciona al margen de los inconvenientes que puedan poner desde Madrid. Y todo ello, sin enfadar a los socios, a los que se puede volver a necesitar para futuros acuerdos por mucho que sean muy malos compañeros de viaje.