Desde que el Ministro de Hacienda, leyo la cartilla a las Autonomías y les mandó corregir el deficit, ha provocado al margen de polémicas encendidas, discusiones y más de un cabreo, algo mucho más humano, el llanto de nuestra clase política, ese llanto del que no sabe que hacer y desespera.
Los mismos dirigentes y opinadores de los partidos políticos ya han hecho su labor, haciendo llegar a los ciudadanos su carta escondida, aquella que sólo se saca en caso de mucha necesidad “el chivo expiatorio” no podemos hacer nada, hay que recortar, Madrid nos maltrata , nos expolia, nos hunde en la miseria. Seguramente en muchos casos pueden tener parte de razón, por algunos desequilibrios en inversiones, pero todos se olvidan, que ellos mismos han generado decenas de nuevos impuestos, que se han inventado entre todas las Autonomías, dejando a los ciudadanos maltrechos y llorando también.
La diferencia estriba sobre todo, que el ciudadano de a pie no se escapará de pagar ningún impuesto, venga de donde venga, mientras que una Autonomía si incumple y al final hay que pagar, no lo pagaran los políticos, lo volveremos a pagar los ciudadanos.
En este momento uno no sabe si solidarizarse con el llanto de los políticos locales contra su bestia negra en Madrid, o decirles simplemente, pagad como todos nosotros. Porque sabemos que si logran mermar su deuda con Hacienda, no nos bajaran sus impuestos hacia nosotros, eso ni tocarlo y para muestra el centimo sanitario, que tuvo que ser anulado por los tribunales y todavía está por devolver.
Ciudadanos, empresarios, autónomos, asisten en plena Campaña de la Renta con estupor a estos espectáculos, porque todos sabemos que el llorar y patalear no nos va a quitar de pagar nuestros impuestos.





