Ahora hemos convertido en noticia lo que no lo es, es decir hechos que no se producen. Todo vale. Por ejemplo la celebración del centenario viene de cine para desviar la atención de la situación del equipo, sólo un punto por encima del descenso, y del club, por muchos millones que haya desembolsado Mr. Sarver. Los libros, películas y demás eventos conmemorativos se limitarán a contar lo bonito que era todo, por supuesto. Nadie evoca un funeral en medio de un bautizo o una boda. Sin embargo la historia se construye, o debería, sobre los sucesos que la han conformado, tanto positivos como negativos.
Nadie contará cómo consiguieron determinados directivos hacerse con un buen montón de títulos de propiedad del Lluis Sitjar. Ni por qué Mateu Alemany decidió no renovar a Fernando Vázquez al final de la temporada 1999-00 o si recibió la orden de no hacerlo desde la Propiedad, es decir Antonio Asensio Pizarro. Ni que pasó con el chalé de Etoo en Son Vida, o quienes son propietarios de pisos que se alquilan a los futbolistas que vienen de la Península o el extranjero. Nadie hablará tampoco de las invitaciones exigidas por algunos allegados al club, mallorquinistas de pro. Dicen que la historia siempre la cuentan los vencedores y aunque aquí no hay ni ganadores ni perdedores, o si, los anales no registran únicamente el famoso encierro de la plantilla a finales de los setenta o la pública subasta de los derechos de traspaso de los jugadores. Aquello, créanme, fue lo de menos.
Comprendo que tampoco se trata de aguar la fiesta con la cara más fea del asunto, pero si de equilibrar éxitos y fracasos para que el aficionado entienda cómo se ha llegado al preocupante presente, en el que los acuerdos se firman en un bufete de abogados de Madrid, el dueño está en América y el presidente fotografiado en el aeropuerto de Barcelona, es de suponer que felizmente recuperado de la neumonía que le ha tenido postrado. Ah, y los causantes de todo ello, de rositas y con los bolsillos llenos.






