La actualidad política del primer día del año 2017 nos ha advertido oportunamente de dos de los grandes problemas que la sociedad europea debe afrontar en este año que comienza. Por un lado la patera arribada a Cala Pi (Mallorca), junto al intento masivo y violento de salto de la valla fronteriza de la ciudad autónoma de Melilla y el centenar de inmigrantes llegados a las costas de Andalucía en patera, nos pone frente al complejo (y a menudo dramático) problema de la inmigración y los refugiados llegados a Europa.
Por otro lado, el atacante que entró en una discoteca de Estambul con un fusil de asalto durante la celebración de Año Nuevo matando a 39 personas, y que está siendo buscado por la policía turca, y todo pese al gran dispositivo de seguridad puesto en marcha, como en todas las grandes ciudades del mundo, nos recuerda que el terrorismo constituye una gran amenaza para la sociedad occidental y para Europa en particular.
Inmigración ilegal y terrorismo son dos fenómenos globales contra los que los gobiernos deben luchar con todos los medios a su disposición pero sin atajos, con escrupuloso respeto a las leyes y a los derechos humanos. Dos problemas que afectan a todos los países y con los que hay que aprender a convivir porque marcan estos tiempos.
