Luto

En plena época del zambombazo tecnológico, todavía no se ha inventado una aplicación que permita al usuario sollozante ver reflejadas sus lágrimas en las pantallas ajenas. Otrora, cuando el personal escribía sus trazos mediante una pluma sobre una pieza de papel, los lloros del autor manchaban la cuartilla y el destinatario percibía que el literato había estado llorando durante la confección de su carta. Así que, desgraciadamente, mis lectores no encontrarán en sus pantallas las secreciones oculares que en estos momentos estoy vertiendo encima de mi teclado blanco.

Y sí, estoy llorando. Mis sentimientos más débiles están reaccionando ante la pérdida de una persona muy querida: Marta Tiro Caldas.

Marta ha sido -durante los últimos cinco años- la persona que ha colaborado conmigo en calidad de correctora de los textos que un servidor creaba para ustedes, amigos lectores. Gran profesional de la filología y amiga peculiar, ella revisó, durante todo el lustro, cada uno de mis artículos destinados a este digital, corrigiéndolos y, a la vez, comentando y orientando su contenido, siempre con el fin de mejorar, ostensiblemente, el producto final. Doscientos cincuenta de estas gacetillas han sido publicadas en tres libros cuyos títulos fueron “Frivolidades”, “Más frivolidades” y, recientemente (el último trabajo de Marta) “Muchas más frivolidades”.

No deseo extenderme más en este escrito. En este caso, mi habitual racionalidad se enfrenta a un dolor que me amordaza y me silencia la mente. Sólo he pretendido brindarle un pequeño homenaje a “mi” Marta y agradecerle su generosa dedicación a mi labor y, por extensión, a mi vida.