Jaume Matas repetía hasta la saciedad en sus años de President que la sociedad balear debía estar sumamente agradecida a la familia real por sus estancias veraniegas en Mallorca y lo que ello suponía a nivel de marketing. Cierto es que la visita de famosos y personalidades con repercusión mediática favorece al negocio del cual vivimos en esta tierra, ahora bien, el nivel de vehemencia al que llegaba Matas al invocar esa influencia y pedirnos gratitud hacia la realeza rozaba lo ridículo. Sobredimensionada su impacto buscando aprobación y complicidad real. Urdangarín intuyó ahí la presa fácil que no encontró ni en la figura de Pasqual Maragall ni en la del cántabro Revilla; ninguno de los dos se dejó arrastrar por las delictivas propuestas del Instituto Nóos.
Como mallorquín me sentí avergonzado ante esa pleitesía exagerada por parte de quien era nuestro máximo representante institucional. Ahora sabemos que el bueno de Jaume tenía esa tendencia propia de los mediocres a plegarse ante el poderoso sin preguntar ni mucho menos rechistar, no fuera que lo tomaran por mal vasallo. Lo que ustedes digan, señores. A nuestro President solo le faltó abogar por la restauración del derecho de pernada o “dret de cuixa” en Balears.
No se daba cuenta de que cuando agachaba la cabeza ante Urdangarín nos la hacía agachar a todos nosotros, rebajándonos a su altura, la de un mísero achuchado. Nos relegó no solo ante la realeza, sino tambien ante algún empresario al que debió confundir con algo así como un ser superior. Sucumbió, digamos, ante lo real y lo divino.
Pero a lo que iba, las gracias se dan a la gente que realiza obras, tareas o acciones beneficiosas para la sociedad. Gente que lo hace o bien altruístamente o bien en el responsable ejercicio de su respectiva profesión. Hay muchísimas personas que merecen una y mil gracias por su labor diaria, por su afán y tesón, por su educación, su valentía, su comprensión, su sacrificio, su profesionalidad, su generosidad... En definitiva, su bondad.
Que no nos confundan pusilánimes como Matas: nadie merece que le demos las gracias con tanto afecto y profusión por el mero hecho de elegir pasar sus pagadas y no siempre merecidas vacaciones en Mallorca y provocar indirectamente un impacto mediático no buscado. Eso nos rebaja y degrada.
Debe estar el pobre Matas bien contrariado en su celda pensando cómo puede ser que estemos batiendo récords de visitantes justo en los años en los que nuestros queridos borbones apenas pasean su real aposento por estas bendecidas islas. Apuesto a que se lo preguntará a Urdangarín en el patio.