Toni Perelló Servera encarna la cuarta generación de un negocio familiar, Dos Perellons, dedicado a la producción de licor, desde 1882. Conoce los secretos de ese mundillo como pocos: no en vano, está enrolado en el mismo desde los 16 años, y afirma que se divierte con su trabajo diario. Además de trabajar, a Perelló le gusta el mundo de la hípica y el fútbol.
Hablemos del origen de Dos Perellons. ¿Dónde, cómo, cuándo y por qué se constituyó la empresa?
La empresa la fundó mi bisabuelo, Jordi Perelló Perelló, en 1882. Él era carpintero en Llubí; vio la oportunidad y se lanzó a por ella: se puso a trabajar para producir vinos (segmento de negocio que se vio afectado por la filoxera) y licores. Aún en vida, cedió el testigo a dos de sus hijos, que se acabaron separando y cada uno hizo su camino. Uno de ellos, mi abuelo, Toni Perelló Planas, fue quien siguió con el negocio, que ha ido pasando de generación en generación hasta la actualidad, con distintas etapas y momentos mejores y peores, como es de suponer.
¿Qué etapas históricas podemos significar en la empresa, desde los inicios y hasta la actualidad?
En 1917, mi abuelo emigró a la Argentina, algo muy habitual en Mallorca en aquellos años de precariedad, pobreza y penurias. Él se fue de la noche a la mañana sin avisar para no disgustar a nadie. Dejó en Mallorca a su esposa y a cuatro hijos: dos chicos y dos chicas; el menor de los cuatro era mi padre, Toni Perelló Perelló. Ya en Argentina, mi abuelo escribió a mi abuela para decirle que se fuera con él al país suramericano, pero ella le dijo que no era viable. El viaje era de casi un mes, en barco...
Enseguida que pudo, mi abuelo montó una fábrica de licores en Mendoza. No le fue fácil, porque el negocio se vio afectado por la Ley Seca, que también alcanzó a la Argentina. El producía varios tipos de licor, si bien eran el anís y el palo los que tenían más aceptación entre la clientela.
Jordi Perelló Perelló, hermano de mi padre y tío mío, también hizo las maletas y fue el relevo de su progenitor en el país. Como mi abuelo, mi tío también murió joven, pero siguió con el negocio un hijo de él, igualmente en Argentina. La llegada del famoso y triste Corralito (en 2001) le obligó a cerrar la empresa y dar por cerrada la aventura familiar en Argentina. A todo ello, mi padre fue quien montó la fábrica en Llubí en 1946, en el mismo sitio que la había instalado en su día mi bisabuelo; recibía de su hermano las fórmulas de fabricación de los licores.
En 1950 mi padre también fijo el nombre de la empresa: jugando con sus dos apellidos, Perelló Perelló. De ahí salió Dos Perellons, nombre que se mantiene a día de hoy, y que en 1973 se convirtió en sociedad anónima. En los años ochenta la empresa vivió un momento muy bueno, hasta el punto de tener una plantilla de 52 trabajadores, 12 comerciales y cuatro vehículos de reparto. Esa etapa acabó cuando los hipermercados empezaron a vender licores a precios bajísimos, reventados, contra los que no se podía competir si se quería mantener la calidad del producto.
Otro punto de inflexión en la historia de Dos Perellons fue el cambio de sede: fue en 1991, y nos instalamos en Son Castelló, en Palma, donde permanecemos en la actualidad.
“La empresa la fundó mi bisabuelo, Jordi Perelló Perelló, en 1882. Él era carpintero en Llubí y se sumó al negocio de los licores para producir vinos y licores”
¿Dos Perellons siempre se ha dedicado a la producción y comercialización de licores de un modo exclusivo?
Sin duda, el licor ha sido siempre la razón de ser de la empresa. Sin embargo, mi abuelo, en Llubí, también comercializaba alcaparras, muy típicas del municipio. Por su parte, mi padre, amén de los licores, hacía asimismo negocio con los albaricoques.
En su caso, usted empezó a trabajar en la empresa familiar muy pronto.
Yo trabajo en la empresa familiar desde 1963, cuanto tenía 16 años, si bien puedo decir que casi nací en la fábrica, puesto que en aquellos tiempos casa y fábrica eran lo mismo. Debo reconocer que tuve la idea de estudiar Químicas, pero me pudo la pasión por el negocio del licor, del que ya no he salido. Empecé a trabajar en la fábrica de Llubí, y pasé por todos los procesos y todas las actividades al efecto de conocer bien el negocio en todos sus aspectos, incluso limpiando garrafas cuando hacía falta. Mi padre siempre me dijo: ‘Para saber mandar en las tareas, primero es necesario saber hacerlas”. Ni mi padre ni mi madre me forzaron o presionaron nunca para que yo estuviera en el negocio; fue una decisión libre por mi parte, y lo cierto es que no me arrepiento para nada de ella; todo lo contrario.
Cuando era adolescente, recuerdo que vendíamos licor a granel, con garrafas de 4, 8 y 16 litros. Después habilitamos un almacén de licores, para tener stock de coñac, whisky, vino...
“Yo trabajo en la empresa familiar desde 1963, cuanto tenía 16 años, si bien puedo decir que casi nací en la fábrica, que estaba en mi propia casa”
¿A quién iba destinado su producto, sus licores?
Vendíamos en toda Mallorca. Hubo una época en que nuestro mejor cliente fue Sa Pobla, hasta el punto de que dos veces a la semana llenábamos una de nuestros camiones de distribución solamente para los poblers. Entre otras cosas, consumían muchos anís seco y hierbas, que eran nuestro producto estrella y líder en el mercado.
¿De dónde recogen las hierbas?
Antaño, en los pueblos de la isla, todas las casas tenían corral y en ellos se sembraban plantas aromáticas que se empleaban para cocinar. Nosotros durante la época de recolectar estas plantas íbamos por las casas del pueblo a recogerlas.
También íbamos a la montaña de Arta, Sa Duaya, a recoger la manzanilla y el romero. A principios de los noventa, nos vimos en la obligación de hacer una plantación de hierbas en una finca de Llubí, de nuestra propiedad, puesto que ya no las podíamos conseguir de los sitios de antaño.
“En los años ochenta la empresa vivió un momento muy bueno, hasta el punto de tener una plantilla de 52 trabajadores, 12 comerciales y cuatro vehículos de reparto”.
En 1991 decía que la empresa se instaló en el polígono de Son Castelló, en Palma. ¿Cuál fue el motivo?
El motivo del traslado de la sede de Llubí a Son Castelló fue por un tema de crecimiento. En la sede original, que había sido objeto de varias y sucesivas ampliaciones, llegó un momento en el que ya no podíamos crecer más, y necesitábamos un espacio mayor. Por otra parte, las disposiciones legales municipales tampoco nos permitían ya entonces seguir produciendo licor en el centro del pueblo.
¿Cómo describiría el momento de la empresa en la actualidad?
Somos una empresa familiar y artesana. A día de hoy, hacemos la distribución a través de mayoristas. No cabe duda de que el negocio del licor, en Mallorca y desde un punto de vista global también, ha evolucionado mucho. En la actualidad, ya no se bebe tanto como años atrás; parece que beber está bajo la lupa o muy analizado por el conjunto de la sociedad, y esa percepción -qué duda cabe- tiene su efecto en el consumo de alcohol. Con todo, a día de hoy en Dos Perellons producimos unas 100.000 botellas anuales, siendo las hierbas, las ginebras y el palo los licores de la casa con mayor demanda. Vendemos en Mallorca (90%) y el resto (10%) en Alemania.
Puedo decir que el licor que se produce en nuestra empresa es totalmente artesano. Debo añadir, en todo caso, que el licor se ha ido convirtiendo en un producto de lujo. Baste decir que el número de empresas licoreras en Baleares ha pasado de más de 40 a siete u ocho. En nuestro caso, la calidad de nuestros licores no es sino la consecuencia de la apuesta que hacemos por el producto artesano mallorquín y de la máxima calidad. Esta categoría y etiqueta es la que me hace pensar que puede haber un futuro esperanzador para la empresa, cuando la quinta generación tome mi relevo.
“No cabe duda de que el negocio del licor, en Mallorca y desde un punto de vista global también, ha evolucionado mucho. En la actualidad, ya no se bebe tanto como años atrás; parece que beber está bajo lupa o muy analizado por el conjunto de la sociedad”
¿La marca Mallorca vende a día de hoy...? ¿Es un valor añadido para sus productos?
En este terreno se produce una curiosa circunstancia. En los últimos tiempos, para todos los productos en general y también para la industria licorera, sin duda la marca Mallorca es un refuerzo muy importante, una etiqueta que el consumidor sabe apreciar y valorar; en nuestro caso, tanto aquí como en Alemania. Sin embargo, no siempre ha sido así, cuando menos en el ámbito de los licores, y pondré un ejemplo de nuestra empresa. Hace más de 50 años, vendíamos coñac en todos los bares de la Porta de Sant Antoni en Palma; la marca era Litoral. La ley no exigía entonces poner en la etiqueta dónde se había llevado a cabo la elaboración. El caso es que unas Navidades a mi padre se le ocurrió hacer un calendario de Litoral para regalar a esos establecimientos. Con una particularidad: a la etiqueta de Litoral le añadió la inscripción ‘Antonio Perelló Perelló. Llubí-Mallorca’. El efecto, tristemente, fue inmediato: el cliente ya no quiso comprar más ese producto. Entonces, todo lo de Mallorca parecía que no era de calidad, también los licores. En cambio, lo que procedía del extranjero o de la península estaba mejor visto.
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