En el tablero real belga se ha movido ficha. Sin pompa, ni carroza, ni tocado de Letizia. Han tildado esta entronización de austera. Tampoco hay que pasarse, pero ha sido discreta. Como los ya reyes belgas. Dinero ha costado, aunque no parece, así a bote pronto, que dé el tema para un especial del Hola. Lástima. Estos hechos históricos distraen mucho. Dinamarca también tiene una reina y unos príncipes herederos que podrían ser los próximos en hacer su jugada. Mención aparte la corona inglesa. Al príncipe de Gales nunca se le vio de rey. No parece qué lo tenga fácil este nuevo rey de Bélgica. Se pone a la cabeza de un país con algunas luchas internas arraigadas, aunque nos llegue la idea de que en Bruselas se decide todo y dependemos de esas decisiones. Seguro que su pueblo les quiere. Salen a la calle, con sus pamelas y sombreros ellas, las princesas y reinas europeas, a recibir el calor del pueblo. Todo va bien. Foto en el Hola. En España no sólo no se estila cubrirse la cabeza con esa pasión europea, pero tampoco sonríe con simpatía ni sinceridad la princesa española. Lo primero hasta se lo agradecemos, pero la sonrisa siempre es necesaria. Una gran sonrisa habría de dedicar a los ciudadanos, porqué se la pagamos. Esa cara avinagrada en la mayoría de ocasiones, y haciendo vida de estrella de cine es un hándicap y un agravio. Son una casa real, la española, sencilla y discreta. Con un recorrido vital cada vez más parecido a los nuevos ricos. De éstos ya tenemos demasiados en este país. No tienen carroza dorada, pero podrían ir pensando en mover ficha desde su palacio. Con la que les está cayendo, quién quiere ser rey. Lo entendemos. Entenderán que es peor ser súbdito.
