Le ha sentado mal a Leire Pajín el montaje de un diario con el clásico sistema antes-después. La de antes es la imagen de una de las fotos que aparecieron en un buen reportaje periodístico de UH Menorca. La de después es la fotografía retocada y la imagen que hubiera resultado de haberse sometido a un dieta de adelgazamiento, si mal no recuerdo. Primero, que a saber si las dietas de adelgazamiento funcionan. Segundo, que a ver por qué las mujeres tienen que someterse a tratamientos. Tercero, a ver por qué una ministra, además de dedicarse a sus cosas, tiene que lucir ese tipo talla modelo de pasarela o aspirante a miss que tanto daño está haciendo a muchas adolescentes. Hace unos días estuvo en Madrid Hillary Clinton con un cuerpo que se acerca peligrosamente a lo obeso y nadie dijo nada. Tenemos una ministra de Exteriores que parece hinchada y nadie lo ha comentado, como ningún periodista se plantea el tipo que pasea Angela Merkel. Pero, claro, se aprovecha que Leire Patín (que es una funcionaria por elección, no se olvide) utiliza una residencia para funcionarios y familiares, y se lía parda. Por el alojamiento en Menorca y por el cuerpo. Pues a uno le parece que no está tan mal. Uno, que es de la generación del cine en el que triunfaba la exuberancia equilibrada, cree que el cuerpo de Leire Patín está acorde con el de una mujer de 35 años que siempre ha sido moderadamente rellenita. Entre De la Vega y Pajín, pues ya me contarán. Y uno ha aprendido que el físico es muy importante, pero no tanto como para hacer perder la perspectiva, no tanto para aceptar que sea ético intentar humillar a una mujer porque sea política, concejala, diputada o ministra. A cuántos cientos de millones de mujeres les gustaría tener el cuerpo de la ministra, aunque como titular de Sanidad es verdad que debería cuidar más sus medidas para luchar contra la obesidad, pero también mantenerlas para luchar contra la anorexia. Un dilema. Y no me atrevo ni a calcular a cuántos centenares de millones de hombres les gusta el cuerpo de Leire Pajín. Uno cree que no está tan mal.
