El paso de Pablo Iglesias por Palma -este pasado domingo en plena campaña del 26M- ha dejado como titular principal el de sus críticas a las donaciones de Amancio Ortega a la sanidad pública. El secretario general de Podemos se sumaba así a la polémica surgida desde las filas de su propio partido censurando que el propietario de Inditex destine parte de su patrimonio personal a dotar hospitales públicos con equipos de diagnóstico y tratamiento para luchar contra el cáncer, principalmente mamógrafos digitales y sistemas de radioterapia.
"La sanidad pública -dijo Iglesias- no puede aceptar las donaciones de Amancio Ortega porque una democracia digna no acepta limosnas de millonarios; una democracia digna hace que los millonarios paguen impuestos y traten con dignidad a sus trabajadores". Las formas de Iglesias, muy aplaudido por la plana mayor de su partido en Baleares, no sólo exceden los límites de la buena educación que se espera de un líder político que aspira a formar parte del nuevo gobierno de la nación, sino que destilan una buena dosis de injusticia y no poca demagogia.
Es obvio que la sanidad pública debe tener garantizados los recursos humanos, técnicos y económicos necesarios para prestar un servicio de calidad. Las acciones de Amancio Ortega, si acaso, han sumado recursos a los hospitales públicos tras donar equipos por un valor de 320 millones de euros para luchar contra el cáncer. Casi un millar de mujeres se han beneficiado de los tratamientos y diagnósticos que estos equipos permiten, y este debería ser el principal balance de la acción del dueño de Zara, quien, por otra parte, siempre se ha mostrado discreto en cualquier actuación pública.
Pablo Iglesias prefiere, sin embargo, arremeter contra la acción filantrópica de Ortega a cambio del aplauso fácil de sus seguidores y, quizá, de algunos votos de despistados. Juntar en una misma frase las palabras "millonario", "impuestos", "limosna" y "dignidad", parece querer dar pie a sospechas y sobreentendidos que alimentan el discurso de clase que busca Iglesias, aunque sea a costa de menospreciar una acción solidaria que ha aportado muchos beneficios a bastantes enfermos de cáncer.
Seguro que ellos no aplauden este discurso mezquino y fuera de lugar.