Este lunes saltó el bombazo cuando en una rueda de prensa del secretario de organización de Podemos, Pablo Echenique, este anunció la suspensión cautelar de militancia de tres cargos del partido en Balears: la diputada y presidenta del Parlament, Xelo Huertas; la diputada Montse Seijas; y el secretario de Acción Institucional del consejo ciudadano autonómico, Daniel Bachiller. Según Echenique, existen indicios de que los tres habrían utilizado sus cargos para “avanzar en intereses personales”, incumpliendo el Código Ético y los estatutos del partido. Así y según ha trascendido, Huertas y Seijas amenazaron con vetar los presupuestos de la Comunidad Autónoma si el Ejecutivo que preside Francina Armengol no renovaba con el CSIC un convenio que financiaba las actividades investigadoras de Bachiller.
Esta es una situación excepcional y lo pone en evidencia el traslado a Palma del presidente de la Comisión de Garantías Estatal de Podemos, Pablo Fernández, quien ha comparecido en rueda de prensa junto a Aina Díaz, candidata de Podem y responsable legal de la formación. Pero con esta drástica medida, por cautelar que se adjetive, los de Pablo Iglesias están triturando de forma total y definitiva la imagen política de los tres expedientados, causando un daño tremendo a la consideración pública de quien ahora mismo ostenta la presidencia del Parlament y es, por tanto, la segunda máxima autoridad de la comunidad autónoma de Balears.
Podemos se ceba de mala forma con Huertas -y lo mismo se puede decir de Seijas y Bachiller-, sin que se conozca de qué se le acusa ni las pruebas que existen contra ella, violando de forma irreparable la presunción de inocencia que a todos ampara siempre. Pero eso no es más que el modus operandi habitual de Podemos, que en esta ocasión carga contra tres personas de su propia formación con una actuación que mucho pareciera una purga política en toda regla para acabar con una división que hasta el momento había pasado desapercibida en el seno de Podem.
Esta división ha sido insinuada por la propia Xelo Huertas, quien además de mostrarse sorprendida por la noticia de la que tuvo conocimiento por la prensa, atribuyó la medida a su “visibilidad” y a que “los celos y la envidia y la testosterona es mala”, además de amenazar veladamente con que “quien haya arrojado las sospechas tiene bastante más que callar que yo”.
Mucho pareciera una purga política en toda regla para acabar con una división que hasta el momento había pasado desapercibida en Podem
Lo cierto es que la presidenta del Parlament ha actuado desde el primer día como un verso suelto dentro del Grupo Parlamentario de Podem Illes Balears. Primero se atrevió a lanzar propuestas al jefe del Estado sin consultarlo con la Mesa del Parlament. Luego quiso intervenir en el pleno y hacer preguntas orales a la presidenta del Govern desde el escaño de la presidencia, cosa de la que no hay precedentes. También quiso reducir el sueldo de los diputados autonómicos sin contar con el apoyo del resto de la Mesa y su propuesta fracasó, aunque causando gran molestia al resto de firmantes de los Acords pel Canvi. Y más recientemente aprovechó un viaje oficial a Roma para tomarse unos días de vacaciones que la mantuvieron ausente de un pleno, con el consiguiente escándalo.
Todo eso -y más que no sabemos- ha sentado mal a los dirigentes de su formación quienes han actuado contra ella a la mínima oportunidad mediante un juicio sumarísimo, destrozando su prestigio e imagen pública y sin que ella tenga conocimiento aún de las concretas acusaciones que hay en su contra. Pero lo cierto es que así es como Podem actúa normalmente, es de sobras conocido y por tanto Huertas no puede llevarse a engaño si ahora es ella la que es tratada por sus excompañeros de partido como habitualmente acostumbran con los demás.
