Positivo y Navidad

Parece que esta sexta ola del coronavirus está siendo especialmente voraz hasta el punto que no respeta ni a los más egregios mallorquines; a todos ellos, a los que han dado positivo, mis mejores deseos de recuperación y que les sea leve; para los que aún no hemos dado positivo, prudencia y bondad.

No voy a dejar que esta pandemia me desvíe de mi idea inicial que era hablarles de la Navidad. Sé que puede sonar un poco infantil o impropio de mi edad pero a mí me gusta la Navidad.

Me gusta cruzarme con conocidos, ya ni siquiera amigos, y desearnos molts d’anys!!!. Me gusta el espíritu de solidaridad y buenas obras. Me gusta la iluminación de Palma, el Born es simplemente espectacular. Me gusta el trasiego de gente de compras que, quizás y solo quizás, se gasta un dinero que no tiene para hacer por unas horas felices a los niños que no tienen culpa alguna del drama que en algunos hogares se vive. El hambre está presente en nuestra sociedad, en nuestra ciudad, en nuestra proximidad, les he dicho varias veces que a diario veo la cola del hambre de los Capuchinos, y estos días me duele más.

Me gusta, siempre me ha gustado, la comida de Navidad. La mayor de las fiestas que este año, por segunda vez, los de mi estirpe no podremos celebrar juntos. Guardo un gran recuerdo en el hogar familiar de esa comida de Navidad. Todo era felicidad y a veces caía algún aguinaldo en forma de pesetas, recuerdo el rostro de Manuel de Falla en esos billetes marrones, era simplemente una fortuna en esos años de infancia y candidez.

Hoy, ya mayor, les decía que me gusta la Navidad pero no puedo olvidarme de los menos afortunados, de los enfermos, tengo presente en mi interior a Patricia y Jaume, dos luchadores que están dándolo todo contra una terrible enfermedad y que en estos días para mí de felicidad les recuerdo y no entiendo, no soy capaz de entenderlo, porque tanta mala suerte. Mi ánimo, mi fuerza, mis mejores deseos y mis oraciones están con ellos; los siento muy próximo, quizás más que nunca.

Quizás mi afición por la Navidad es debido a que, salvo deshonrosas excepciones, apartamos los malos rollos para desear la felicidad a todos los demás. Puede ser simple hipocresía, o puede ser un sentimiento verdadero, pero el espíritu de la Navidad existe, está presente. En la primera guerra mundial, en la guerra de trincheras, el día de Navidad cambió las balas por los villancicos llegando, dicen, a disputar un partido de futbol. Solo fue un paréntesis pero ese día no murió nadie fruto del odio y ganaron ambos bandos.

Si proyectásemos al resto del año como nos comportamos en estos días probablemente tendríamos una sociedad mejor. Todos nos portamos mejor incluso la música de estos días nos lleva a tener una mezcla de felicidad y nostalgia, ¿quién supera a Elvis, a Sinatra e incluso al niño de Linares Raphael cantando villancicos? ¿Quién no se acuerda de Checho? De la gran familia y sufre con su abuelo Toni Isbert cuando le pierde en la Plaza Mayor de Madrid. Es tiempo de recuerdos y añoranzas.

La nostalgia viene en forma de recuerdo de nuestros ancestros, de quienes nos han precedido en este valle de lágrimas y ya no están para compartir mesa y mantel con ellos, compartir la gastronomía típica de estos días en la que se discute, aún, si es mejor la almendra mallorquina para el turrón de jijona o por el contrario las nueces de California, más grandes y más huecas saben menos que las mallorquinas que son más pequeñas y más resistentes. Siempre barriendo para casa.

Si alguien admiro, especialmente en estos días, es a aquellos que ejercen el voluntariado. A cambio de nada, a cambio del deber cumplido, desde el anonimato, que ni quieren ni esperan un homenaje por su dedicación a los demás. Aquellos que en estos días hacen entrega a todos los que se acercan a las colas del hambre de un trocito de Navidad en forma de comida. Que no les sea amarga la Navidad. Para que no pierdan la esperanza y crean que hay un mundo terrenal mejor. Que en la vida no todo es sufrir sino que también se puede gozar. A todos ellos, que desgraciadamente son muchos, demasiados, mi admiración y respeto.

Para todos Vds. queridos lectores, mi agradecimiento por la paciencia de leerme, por respetar mis ocurrencias e incluso soportar mis obsesiones y defectos, pero sobre todo les deseo mucha mucha salud. Es la base, la esencia, el todo, sin salud no nos queda nada por eso hay que celebrar cada día pues es un privilegio que no valoramos hasta su ausencia. Mi pensamiento está con vosotros Patricia y Jaume, os quiero.

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