Post-road downs

En el primer álbum de Crosby, Stills & Nash, junto a temas extraordinarios como Suite: Judy Blue Eyes, Wooden Ships o Helplessly Hoping, entre otros, hay una canción de Nash titulada Pre-Road Downs, que se podría traducir por desánimo, o melancolía, o tristeza antes del viaje, en la que el protagonista le canta a su amada su tristeza por tener que partir. En nuestro caso, por el contrario, marcharnos de vacaciones no nos ha producido sino alegría y satisfacción. Al regreso, en cambio, volvemos a darnos de bruces con la realidad. Este verano hemos tenido la ración habitual de desastres variados. Desastres naturales como inundaciones catastróficas en Siberia, China, Filipinas, Bangladés o Paquistán, provocadas por lluvias torrenciales, tifones o tormentas tropicales, o una combinación de ellas. Incendios tremebundos, naturales unos, provocados otros, en Estados Unidos, en Portugal y también, en proporción al territorio, aquí en Mallorca. Vertido de miles de toneladas de agua con contaminantes radiactivos al Océano Pacífico desde la central de Fukushima. Encanallamiento de la guerra civil en Siria, con aparición del uso de armas químicas sobre la población civil y amenaza de extensión del conflicto, con posible intervención anglonorteamericana y respuesta de Irán, Hizbulá y Rusia. Entierro definitivo de la primavera árabe en Egipto, con grave riesgo de confrontación civil irreversible y situación límite en Túnez. Enésimo, y cantado, fracaso de las conversaciones palestino-israelíes.

Y aquí, en España, volvemos al triste espectáculo con el que hace tiempo que nos vienen obsequiando nuestros políticos, pero eso ya no es novedad y produce hastío y repugnancia intelectual, aunque no hay más remedio que seguir atentos al desarrollo de los acontecimientos, puesto que nos estamos jugando la calidad de nuestro sistema democrático. Para acabar de “alegrarnos” la vuelta de las vacaciones, el Ministerio de Sanidad ha publicado los datos actualizados a 31 de diciembre de la asistencia sanitaria en el Sistema Nacional de Salud, que demuestran la desoladora realidad del deterioro imparable de nuestro sistema sanitario. La espera media para una operación quirúrgica no urgente ha pasado de 76 a 100 días, la mayor demora desde 2004. Cirugía torácica, neurocirugía y cirugía plástica son las especialidades con una mayor demora y traumatología, oftalmología y cirugía general y digestiva las que acumulan la mayor cantidad de pacientes en lista de espera. De la misma manera, el tiempo de espera para una consulta de especialista ha pasado de 53 a 59 días de media, pero el 36,5 % de los pacientes que esperan, tienen demoras de más de 60 días. Todas esta cifras, que ya son suficientemente negativas, son promedios, la realidad para muchos pacientes en muchas zonas es mucho peor. Los que trabajamos en el sistema sanitario sabemos que hay demoras que ni tan siquiera se computan y que hay técnicas diagnósticas y terapéuticas que ni llegan a realizarse, porque tras un cierto tiempo ya no tienen sentido. Y estos datos son del segundo semestre de 2012. La situación actual es peor. Y es peor que lo que dirán las estadísticas oficiales dentro de seis meses. La ministra de sanidad, otros miembros del gobierno, y muchos consejeros y presidentes autonómicos llevan meses repitiendo que todas las medidas que se toman son para preservar el sistema de salud y que los recortes no afectan a la calidad de la asistencia. Hace ya mucho tiempo que los ciudadanos no creemos lo que dicen nuestros gobernantes. Los mensajes que repiten continuamente, como si fueran mantras, son tan obviamente falsos que no convencen a nadie. Deberían aclarar qué sistema de salud pretenden preservar y en qué condiciones. En cuanto a que los recortes no afectan a la calidad de la asistencia es simplemente ridículo. El incremento de los tiempos de espera para una prueba diagnóstica o una intervención quirúrgica, aunque la calidad intrínseca de la prueba o de la intervención sea igual, ya es en sí mismo una disminución de la calidad. Peor aun, si la demora supera determinados límites, la asistencia puede ser simplemente irrelevante, ya que el proceso patológico que debía solucionar puede haberse hecho irreversible.

Igual que una justicia demasiado lenta es una mala justicia, o incluso no es justicia, una asistencia sanitaria demasiado lenta es una asistencia deficiente, es escasamente beneficiosa, o incluso perjudicial y contraproducente.

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