Se complica sobremanera la intención proclamada y declarada del equipo de gobierno de Cort de echar abajo el monolito de Sa Feixina. Erigido inicialmente en 1947 en homenaje a los tripulantes fallecidos en el hundimiento del crucero Baleares, fue contextualizado en 2010 (siendo alcaldesa de Palma la socialista Aina Calvo) para, cumpliendo con la Ley de Memoria Histórica, convertirlo en un memorial de todas las víctimas de la Guerra Civil.
Por segunda vez, la ponencia técnica ha votado por la protección del monolito y por no demolerlo. Y así, habrá que ver quién es el guapo que firma la orden de derribarlo con la piqueta por delante, en contra de dos dictámenes contrarios a tal medida emitidos por la ponencia técnica de la Comisión de Patrimonio del Consell de Mallorca.
Obviamente, las fuerzas de izquierdas seguirán manifestando su intención de reducir a escombros el monumento fascista, pero lo harán solo de cara a la galería, conscientes de que no pueden hacer otra cosa que acatar el dictamen técnico y renunciar a su pretensión inicial, porque de otro modo acabarán en los Tribunales. Y dado que no quiene dar su brazo a torcer, pues ello tiene un coste político importante (siempre lo tiene alimentar ilusiones irrealizables, como ha sucedido aquí), optaran por seguir adelante, ignorar en el órgano político (la Comisión de Patrimonio) la protección preferida por los técnicos, y ordenar la demolición.
Tan pronto como eso suceda, un tribunal ordenará la paralización cautelar y será la Justicia la que acabe tomando una decisión sobre el polémico monolito de Sa Feixina. Eso permitirá a todos salvar la cara y no renunciar a sus postulados políticos en un asunto que jamás debió regirse por ellos, sino por criterios técnicos de protección del Patrimonio.
