Por Lucas Moyá
También tiene la sangre caliente. Puede que sea la primera vez que se haya transmitido en directo y con sonido un cabreo monumental y justificado de Rafa Nadal con un juez que le había robado un punto. Son amigos y se hablan de tú, pero el manacorí no dudó ni un segundo en acercase a la torreta y decirle en voz muy alta al brasileño...
También tiene la sangre caliente. Puede que sea la primera vez que se haya transmitido en directo y con sonido un cabreo monumental y justificado de Rafa Nadal con un juez que le había robado un punto. Son amigos y se hablan de tú, pero el manacorí no dudó ni un segundo en acercase a la torreta y decirle en voz muy alta al brasileño Carlos Bernardes que se equivocaba, que su decisión era una barbaridad con el reglamento en la mano. Y amenazó con abandonar. Pero se impuso su categoría personal, le echó más narices, por no escribir otra cosa, y a partir del incidente barrió de la pista a Berdyck. Este nuevo Rafa Nadal, después e su lesión y el triunfo en Estados Unidos está muy por encima de siete de los que disputan el máster, y a punto de cerrar la puerta a Federer, para siempre, del primer puesto mundial. Es que ha llegado a tal punto de calidad técnica que se permite perder lo fácil y resolver lo imposible cuando las cosas se ponen feas. Por eso su tío Toni, que le conoce, ya no le da tácticas de juego y ni le señala la debilidad del contrario como solía hacer al principio de su carrera; lo único que le pide continuamente su entrenador personal es concentración. Y si consigue concentrarse a esta edad y con todo conseguido, probablemente bata todos los récords históricos que en el mundo del tenis han sido. Porque, además de mucha clase, tiene sangre caliente y algo más.





