Espero que las sus majestades de oriente hayan sido generosos con todos y no solo en el plano material. En lo personal, la Noche de Reyes me trajo el mejor regalo posible. A pesar de que somos una familia muy poco numerosa, debido a que mi hija mediana y sus hijos, mis nietos medianos, han vivido durante muchos años en Barcelona, casi nunca han podido estar en Mallorca este día, y mi nieto mayor hace un par de años que reside en Londres y tampoco ha podido venir a compartir estas fechas. Este año en cambio, por primera vez en mucho tiempo hemos podido celebrarlo toda la familia junta, con la felicidad añadida de ser la primera con el miembro más joven que ha llegado en 2018, mi nieto Marc.
Con la familia esparcida geográficamente, dos hijas profesionales de la hostelería y restauración y yo mismo profesional sanitario, con lo que ello implica de tener que trabajar incluso en días y fechas señaladas, no han sido muchas las ocasiones en que hemos podido juntarnos todos para recibir y repartir los regalos, de modo que la fiesta de Reyes de este año ha sido para nosotros especialmente maravillosa.
Esta celebración alegre ha servido para olvidar durante unas horas los acontecimientos y vicisitudes del año terminado, que ha sido realmente nefasto y no vale la pena ponerse ahora a desgranar el rosario de desastres locales, nacionales e internacionales que nos han asolado en este 2018 ya fenecido, aunque no enterrado, puesto que, por desgracia, la mayoría de las calamidades continuarán en el presente 2019 y se añadirán otras nuevas.
Sin embargo, no deberíamos dejarnos llevar por un pesimismo derrotista. Aunque hay muy pocos motivos para el optimismo, ello no quiere decir que debamos rendirnos en el esfuerzo personal de mejorar nuestro entorno inmediato, que es lo único que podemos hacer cada uno de nosotros individualmente. El disfrute de la compañía de familia y amigos y de los pequeños placeres de las aficiones personales que tenga cada uno, nos deben servir de bálsamo contra las contrariedades que, sin duda, nos deparará la situación de la política, la economía y el medio ambiente y su terrible repercusión sobre las condiciones de vida y de respeto a los derechos humanos de inmensas capas de la población mundial.
En un mundo profundamente desequilibrado, las decisiones que tomemos en los próximos meses tendrán repercusiones globales durante años o decenios y convendría que, en nuestras reflexiones, todos tuviéramos en cuenta que los muros, las barreras, la segregación, la discriminación y el aislacionismo nunca han sido soluciones auténticas y siempre han empeorado los problemas que pretendían solucionar.
Ningún muro ni muralla ha conseguido indefinidamente su propósito de separar. Algunos cayeron, como la legendaria muralla de Jericó o el muro de Berlín y otros fueron sobrepasados, como la Gran Muralla china o las murallas de Constantinopla.
El mejor regalo para este año sería que dejásemos de construir muros, físicos, legales y mentales.





