San Valientín

Porque hay que ser muy valiente para dejarse dominar por esa alteración mental transitoria, que llamamos amor. Algunos psiquiatras consideran factible incluir la pasión afectiva entre los trastornos de conducta, aunque no hayan sido capaces de modificar artificialmente su intensidad y duración. Siquiera Stanley Kubric, en su grandiosa  capacidad cinematográfica, consiguió resultados notables, tras exprimir a ritmo de Beethoven  su  media naranja mecánica.

Con todo, los nacidos a orillas del Turia no nos conformamos con un solo día para conmemorar esta perturbación del equilibrio emocional. El 9 de octubre celebramos también Sant Donís, para rivalizar con la onomástica de mañana. Entre pañuelos y dulces de mazapán con formas sicalípticas, rememoramos los frutos de una fertilidad campesina con la que queremos agasajar a nuestra pareja, para que no vuelva a dar vueltas a la cueva de Santa Águeda o alrededor de la roca de Urkiola, porque en esto de buscar novio San Antonio también tiene sus adeptos.  Son ritos y costumbres de quienes quieren seguir confiando en la voluntad divina o el impulso de la víscera cardiaca para mantener elevado un sentimiento que atonta como la marihuana. No podemos obviar que la visión del ser amado activa no sólo algunas zonas del cerebro, como el córtex anterior cingulado, sino que las áreas encargadas de realizar juicios sociales y de someter el prójimo a valoración se inactivan, volviéndonos “ciegos” de amor. Afortunadamente, la naturaleza es sabia y limita a tres años la insoportable levedad del ser enamorado y diluye la euforia paulatinamente, para que el compañerismo nos permita sobrevivir a tamaña agitación. Eso, en el caso de que permanezcamos entre los pocos supervivientes a la experiencia, ya que sólo uno de cada cuatro supera el lustro de convivencia: yugo que cada vez ahoga más en una sociedad egoísta y crispada.  

Tanto si la simbología del corazón se remontara al concepto de chakras, porque se manifiesta en forma de amor y compasión el  que se encuentra a esa altura, o porque el Sagrado Corazón de Jesús se asoció con el amor y la devoción, siempre es más edulcorante imprimir una tarjeta con Cupido poseído por Diana, cazadora de miocardios, que enviar por mensajería un frasco con feniletilamina.  Esta sustancia es la que provoca que el cerebro responda secretando dopamina (neurotransmisor responsable de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que genera placer), norepinefrina y oxitocina (que es un mensajero químico del deseo sexual, y estimula los neurotransmisores que originan al enamoramiento). 

No piense en ello cuando le diga a su pareja, de usted o de quien sea, que siente un amor loco y desenfrenado para toda la vida. Aunque representa el icono del que más se arrepienten los tatuados y las cortezas de los árboles prefieren los candados en los puentes, pinte un corazón en su sonrisa y disfrute de cada día al rojo vivo porque, aunque uno se vacune, siempre corre el riesgo de ser atravesado por la flecha.

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