La sanidad publica balear finalizará 2019 con la peor lista de espera para consultas de los últimos años. Según los datos de la Conselleria de Salut i Consum publicados por mallorcadiario.com, el número de usuarios del Ibsalut que aguardan turno desde hace más de 60 días para ser atendidos por un especialista ha aumentado un 93,44 por ciento. En concreto, la situación afecta a 6.101 personas, frente a las 3.154 de octubre de 2018. Al mismo tiempo, la lista de espera global en consultas externas ha registrado, en este mismo período, un incremento del 32,82 por ciento.
Se trata de un crecimiento sin precedentes en la espera para consultar a un especialista. La tendencia al crecimiento de las listas de demora en la visita al especialista también se hace patente si se toma como referencia el conjunto de los pacientes que aguardan cita en consultas externas sin distinguir si superan o no los 60 días de espera: concretamente, se hallan en esta situación un total de 44.126 usuarios del sistema de salud pública de las islas, un 32,82 por ciento más que un año antes, cuando la cifra ascendía a 33.222.
Es un triste récord cuyas causas son múltiples. Por una parte, es cierto que muchos pacientes deciden no acudir a citas concertadas de antemano -bien sea porque ya no muestran interés o simplemente porque los síntomas o dolencias han desaparecido tras meses de espera-. Esta práctica satura las citas e impide que se agilicen las consultas. Otra causa, denunciada en este caso por los más críticos con la gestión sanitaria, está en la eliminación de jornadas extraordinarias -las llamadas peonadas- del personal sanitario, lo que reduce recursos a la hora de atender a los pacientes.
Los gestores públicos deberán analizar cuáles son las causas exactas de tal situación. Las listas de espera son un elemento clave a la hora de evaluar la calidad del conjunto del sistema sanitario y la comunidad balear muestra un mal dato en las consultas con especialistas que empaña otros aciertos. Una mala gestión comporta importantes consecuencias económicas, pero sobre todo tiene un efecto en la calidad de la atención a los pacientes; un efecto que no debería permitirse una sociedad que apuesta por el bienestar y la salud de sus ciudadanos.