Recursos hídricos de Baleares

Sensores inteligentes vigilan los acuíferos de Baleares ante el riesgo de sequía

Representan el 74 por ciento del agua potable en Baleares, pero nadie los ve y pocos los entienden. Los acuíferos, en su mayoría en mal estado, serán ahora monitorizados en tiempo real con sensores avanzados. Es el primer paso para convertir la gestión hídrica en algo más que parches. Se trata de crear una red digital que anticipe, alerte y actúe antes del desastre.

Bajo nuestros pies, en silencio, fluye el agua de la que dependemos todos. No suena, no se ve y, hasta ahora, tampoco se controlaba de forma efectiva. Pero algo está cambiando. El Govern de les Illes Balears, a través de la Dirección General de Recursos Hídricos y la agencia pública IB Digital, ha lanzado un proyecto pionero para monitorizar en tiempo real los acuíferos de las islas. Y no es solo una cuestión técnica, es una apuesta por cambiar radicalmente cómo entendemos y gestionamos nuestro recurso más valioso.

El experimento se enmarca en el IoTIB Lab, el laboratorio de innovación tecnológica de la UIB, y forma parte del plan ‘Territorio Balear Inteligente’. Su objetivo es evaluar qué sensores son más eficaces para medir dos parámetros clave. Concretamente, el nivel del agua subterránea y su salinidad. Porque saber cuánto hay sin saber en qué estado está es como conducir con un solo faro.

PRIMEROS ENSAYOS EN MALLORCA E IBIZA

Los primeros ensayos ya han comenzado en cinco pozos de Mallorca e Ibiza, todos ubicados en masas de agua en mal estado. Son Reus y Pla de Campos en Mallorca; Pla de Sant Antoni, Port Roig y Cala Tarida en la Pitiusa. No se trata de elegir ubicaciones al azar, sino de probar la tecnología allí donde el problema es más acuciante.

Hasta ahora, las mediciones se realizaban manualmente, con frecuencia mensual o trimestral. Un sistema obsoleto, sujeto a errores y demasiado lento para detectar cambios bruscos, como una intrusión marina o una caída crítica de nivel. La automatización, con sensores conectados 24/7, permite conocer casi al instante qué está pasando bajo el suelo. Algo crucial en un contexto de cambio climático, sobreexplotación y eventos extremos.

La inversión total asciende a 2,2 millones de euros, financiados con fondos europeos Next Generation, para desplegar 250 sondas en pozos de todas las islas. Pero antes de que eso ocurra, el reto del IoTIB Lab —dotado con 150.000 euros— actúa como campo de pruebas. Analizan la fiabilidad de los sensores, la adaptación al entorno; y soluciones efectivas en cuanto a energía y datos. La idea es adelantar todo el trabajo posible para que cuando llegue la inversión fuerte, no haya margen para la improvisación.

Miquel Cardona, gerente de IB Digital, asegura que con esta aplicación de nuevos sensores  se pretende “evitar errores y sorpresas”. “Hablamos de conocimiento técnico aplicado para que el dinero público se traduzca en mejoras reales en la vida de la gente” prosigue con su explicación.

DATOS ABIERTOS AL CIUDADANO

Pero la ambición va más allá de lo técnico. Uno de los ejes más transformadores del proyecto es su apuesta por los datos abiertos. Cualquier ciudadano podrá consultar en una plataforma digital el estado de los acuíferos de su zona, ver si bajan tras semanas sin lluvias o si la salinidad empieza a dispararse. Un paso más para que el agua deje de ser una preocupación de cuatro técnicos y se convierta en responsabilidad colectiva.

El conocimiento del estado de los acuíferos según las autoridades “nos permitirá actuar antes, evitar restricciones de emergencia y planificar mejor el futuro”. 

Como resume Joan Calafat, director general de Recursos Hídricos, “pasamos de una gestión basada en datos aislados a una red viva que nos habla cada hora”. Y esa red de control de acuíferos, además de ser una herramienta de gobernanza, puede convertirse en un “poderoso altavoz de concienciación”.

“CON LOS PIES EN EL SUELO”

Celso García, catedrático de la UIB y coordinador científico del reto, destaca el valor estratégico del proyecto asegurando que están resolviendo “un problema real y formando a los expertos que lo gestionarán en el futuro”. Se trata según García de “ciencia con impacto, con sentido y con los pies —nunca mejor dicho— en el suelo”.

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