Durante medio partido el Mallorca quiso tener el balón en su poder, no lo consiguió totalmente y, aún peor, cuando lo poseyó no fue capaz de generar ni una acción de peligro ante la portería de Juan Carlos. Si acaso las tuvo Company, tan malo defendiendo como atacando, cuando su equipo se había quedado justamente con dos jugadores menos por sendas expulsiones y la derrota no tenía remedio.
Si en la primera parte las fuerzas parecían equipararse, en la segunda, pese a sus limitaciones y ausencias, el Elche arrolló literalmente a los de Fernando Vázquez, recluído en una cabina del estadio para ¿dirigir? a sus discípulos. Dejó en el banquillo a Juan Rodríguez para situar a Culio de doble pivote muy cerca de Juan Domínguez, una decisión que desubicaba a los tres, el primero por descarte y los otros dos fuera de lugar por mucho que el tercero venga jugando toda la temporada en esa posición.
Como cualquiera podía esperar las dos bandas fueron una autopista con el semáforo en verde para Pedro, por la derecha y Hervías, por la izquierda. En el momento en que los locales se decidieron a ensanchar el campo por los costados, los centrales comenzaron a sufrir, Raíllo terminó cometiendo un penalti que Albacar no transformó, pero antes y después del gol de Guillermo, la meta de Santamaría pudo haber sido perforada hasta en cuatro ocasiones.
Sí, con sólo un gol de desventaja Lekic remató de cabeza al palo, pero también fue al travesaño el máximo castigo del que dispusieron los “datileros” y las dos expulsiones, Raíllo y Pleguezuelo, constituyeron posiblemente dos de los pocos aciertos del árbitro, López Amaya, superado por el propio partido. Así que, por favor, sin excusas porque la única realidad es que, después del descanso, hubo un único equipo sobre el terreno de juego y fue ni más ni menos que el franjiverde.
