Sin representación

Tras la tempestad viene la calma y la tormenta forzada del asunto Raillo ha remitido igual que las consecuencias de los avisos naranja de grandes tempestades que se diluyen por el camino. Ni el jugador, falsa y públicamente acusado por un periodista desinformado y errado de fuente, de una salida nocturna en Madrid tras jugar en Soria en diciembre del año pasado, ni el club ni, por supuesto, la policía han dado algún nuevo paso. Consuela que las fuerzas del orden tengan cosas más importantes que hacer, escasos ya de por si de efectivos, en pleno verano balear.
Viene a cuento porque alguien vino a decir que, como mallorquinista, no se sentía representado por el protagonista del lance. Tiene razón. No creo que haya un solo futbolista en el mundo que se pueda erigir en símbolo de un club ni de una afición, salvo muy contadas y honrosas excepciones. Deberíamos aceptar de una vez por todas que, aunque al Mallorca le hayan apeado del fútbol profesional, sus jugadores no son más que trabajadores a sueldo que prestan sus servicios remunerados por un precio pactado y eso por muchos escudos que besen y camisetas que se pongan.
Pero, ya puestos, no hay la menor diferencia respecto a los empleados de otras secciones. No creo que el mallorquinismo mínimamente enraizado y serio, se sienta representado por Maheta Molango, Javier Recio, Iván Campo, la directora de la Fundación o el director de marketing. Ni siquiera por Robert Sarver, Andy Kohlberg y Steve Nash. Estos últimos son simples inversores de una operación especulativa fracasada y los demás sus ejecutivos sin más vínculo con la institución que el salario que perciben cada mes.
Ya es hora de huir de los tópicos y asumir una realidad que ha impuesto el signo de los tiempos. Por desgracia, si.
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