Solo creo en el Papa

No me cuesta reconocer mi ateísmo militante,  ni mi apostasía de conciencia, pero tampoco me resulta complicado declarar públicamente mi admiración por el Papa Francisco. Y eso es lo que le hace diferente, su capacidad para despertar consenso, sorpresa y acuerdo hasta en aquellos que no compartimos ninguna fe basada en aquello ajeno a la ciencia, ya sea racional o empírica, a la vez que  remover la conciencia de los creyentes más fieles. Jorge Mario Bergoglio es un hombre digno de admiración, que desde su nombramiento como sumo pontífice ha revolucionado los sólidos y monolíticos cimientos de una iglesia anclada en el pasado. Y todo ello con posturas y discursos tan atípicos como cercanos, no solo para sus fieles sino a todos los humanos.

Nada más ser nombrado, Francisco abrazó el dogma de la pobreza, aquel del que la Iglesia se había alejado. Verlo con una cruz de metal en el pecho en lugar la lujosa enseña que han lucido sus antecesores en el cargo, incluso los beatificados, o ocupar sencillas  habitaciones en el Vaticano, fue ya un aviso de que su pontificado va a ser diferente. Y es que el Papa Francisco no solo entiende a los que usan preservativos, sino que los anima; no demoniza a los homosexuales, los invita a no reprimir sus tendencias; no únicamente se lamenta por los abusos sexuales a niños perpetrados por sacerdotes,  sino que los persigue y denuncia públicamente;  Bergoglio es capaz de bajar de su papamóvil para abrazar y besar a víctimas de enfermedades terribles y contagiosas, de subir a su vehículo a una monja argentina amiga suya, pero sobre todo no le tiembla la voz al criticar a ‘su’ iglesia, a ‘sus’ cardenales, ‘sus’ ritos arcaicos, ‘sus’ … todo aquello anacrónico e injusto que atenaza a una Iglesia que hace ya muuuchhoo tiempo que dio la espalda a sus fieles.

El Papa Francisco es mucho más que un pontífice. Es una bocanada de aire fresco para una sociedad que ha evolucionado y cuyos valores han cambiado, que ha abandonado el cilicio y el miedo como forma  de expresión.

Leer al Papa decir “no es necesario creer en Dios para ser una buena persona. En cierta forma, la idea tradicional de Dios no está actualizada. Uno puede ser espiritual pero no religioso. No es necesario ir a la iglesia y dar dinero. Para muchos, la naturaleza puede ser una iglesia. Alguna de las mejores personas de la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su  nombre” , es un auténtico honor.  Esta forma de pensar es lo que hace grande a un hombre y a su causa. Este sumo pontífice hará historia si las rancias estructuras de la Iglesia le dejan. Así es como se hacen creyentes y no como antes, seas o no santo.

Repito, no creo en dios, pero … creo en ti ciegamente, Papa Francisco.

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