Si ya de por sí es demencial el separatismo catalán, además de profundamente antidemocrático, es doblemente demencial, esquizofrénico diría yo, el separatismo catalán en Baleares. Mallorquines, menorquines, ibicencos y formenterenses que reivindican la independencia de Baleares como una parte de la entelequia llamada “países catalanes”. No son nacionalistas y separatistas de Baleares sino de la “Gran Catalunya”. Abducidos desde la infancia por los adoctrinadores educativos los pancatalanistas avanzan.
Y en estas que, medio en broma, aparece “Tabarnia”. La denominación dada a parte de las zonas costeras de Barcelona y Tarragona que un movimiento cívico quiere convertir en una nueva comunidad autónoma. Dicho movimiento aduce que las comarcas pertenecientes a Tabarnia, donde las formaciones constitucionalistas obtienen la mayoría de sus votos, son cosmopolitas, defienden la libertad lingüística, son culturalmente diversas, y están orgullosas de ser españolas; mientras el resto de Cataluña es mayoritariamente separatista, salvo honrosas excepciones como el Valle de Arán, está obsesionado con la identidad, es muy hostil a la lengua común de España y de 500 millones de personas en todo el mundo, tiene una economía menos desarrollada, altamente subvencionada y dependiente de la propia Tabarnia.
Los separatistas se han puesto muy nerviosos, no sólo por el eco logrado en las redes sociales y hasta en la prensa internacional, sino por demostrar la inmensa contradicción que supone el nacionalismo.
El inexistente y falso derecho de autodeterminación se anula a sí mismo y en lugar de ser un mecanismo de resolución de conflictos los agrava. Ello es así, porque no todo colectivo puede disponer de un Estado independiente. No hay titular de derechos colectivos. Además, España ya hace 40 años que se constituyó en Estado democrático de Derecho, respetuoso con los derechos individuales y protector de su diversidad. Si algo hay que reprochar a nuestra Democracia es la invención del llamado “Estado de las Autonomías”, económicamente insostenible, y creador de agravios entre españoles con diferentes derechos y obligaciones según la autonomía donde residan, cuando no la eliminación de los primeros, como el derecho a elegir lengua de enseñanza que se sufre en Baleares, donde su cultura, su diversidad, también corre el riesgo de ser sustituida por el catalanismo uniformizador.
Los nacionalistas locales también han quedado en evidencia gracias al Notario Álvaro Delgado (un abrazo, amigo), que ha dado en el clavo con su paralelismo entre “Tabarnia” y “Palmarnia”. El buen Notario puede dar fe de su acierto al comprobar como los pancatalanistas, cuales primates amenazados, le dedican todo tipo de improperios.
Tabarnia y Palmarnia demuestran la sinrazón, la inmoralidad, la injusticia, y la falta de fundamento político y jurídico del virus separatista en Cataluña, contagiado en Baleares. Pero también nos demuestra el nivel de disgregación al que nos puede llevar el sistema autonómico.
La sociedad abierta, democrática, de ciudadanos libres e iguales ante la ley, pasa por reformar las actuales Autonomías políticas para recuperar, entre todos, la histórica verdad de las diferentes regiones de España: Tierras de acogida, generosas, partes inseparables de una España plural y unida en la que cabemos todos. Bienvenidos sean los argumentos de Tabarnia y Palmarnia si sirven a este propósito.