La miseria no puede ser objeto de reparto, de lo contrario no sería tal. Hace años que esgrimo que, toda vez que se premiaba con tres puntos la victoria en lugar de los dos que se sumaban antes, el empate a cero debería merecer el mismo trato en la clasificación. Ni el Leganés ni el Mallorca se han hecho acreedores a otra cosa, uno por exceso de errores y el otro por defecto de virtudes. Aún así, los locales gozaron de más y mejores oportunidades para batir la portería adversaria, pues los de Ferrer, que volvió a sufrir otro “ataque de entrenador”, sólo anotaron un tímido cabezazo de Javi Ros a las manos de Serantes en su tarjeta ofensiva.
En el equipo bermellón, insólitamente vestido ya no de blanco, sino de negro, prescindir de Brandon no es un lujo, sino sencillamente una tontería. Pero el Chapi lo tuvo una hora en el banquillo y encontró su castigo en la lesión de Arana a los diez segundos de sustituir a Pereira, que obligó a sus diez compañeros restantes a un esfuerzo añadido para terminar el partido con esas tablas que saben a poco a los simpatizantes pepineros y a gloria a los seguidores mallorquinistas.
Es más, la baja por sanción de un único jugador, Yuste, forzó a un cambio de dibujo tan irrelevante como innecesario. Del 4-1-4-1 que tan buen rendimiento había ofrecido últimamente, se pasó a un 4-2-3-1 que aconsejó retrasar la posición de Sissoko y, con ello, quedó mermada la línea de tres cuartos en la que fueron recuperados muy pocos balones. Una mala decisión sobre todo si tenemos en cuenta que Coro no apareció en toda la tarde y que Bianchi fue condenado a vagar en solitario por un océano desierto e intransitable. Utilizar al italiano como si fuera un falso “nueve” es otra genialidad digna de estudio.
Mientras la media inglesa (victoria en casa y empate fuera) funcione, vale; pero batallas como las de este domingo de Todos los Santos del 2015 se perderán muchas.
