Cuando una familia, una pareja o un grupo de amigos eligen un destino para sus vacaciones, el criterio principal siempre es el de vivir una experiencia. Cada uno sueña con la suya y programa sus vacaciones según sea su sueño.
El que quiere unos días para desconectar de todo, tener una playa llena de cocoteros toda para él, no hablar con nadie que no sea de su expedición, recuperar horas de sueño y disfrutar del silencio tiene una larga lista de destinos caribeños donde hacer realidad sus expectativas. Este perfil de turista, por ejemplo, no elegiría Mallorca.
Mallorca tiene -ha tenido hasta este año covidiano- otros muchos atractivos: el sol, la playa, la seguridad, la diversión y el buen ambiente en cada rincón. No se engañe y que no le engañen: nadie viene a Mallorca a conocer el pamboli o el tumbet, aunque una vez aquí les encanta conocer nuestra cultura gastronómica. Pero no vienen a eso. Igual que las visitas a la Seu. No está en su plan salvo que un día se ponga nublado y no puedan disfrutar de aquello que les ofrecemos siempre y que es lo que más quieren; entonces sí hacen cola para ver la Catedral más hermosa del Mediterráneo.
Se trata de tener claro a dónde vas. Pues bien, este año, la Mallorca de las mil y una propuestas que ofrece unas vacaciones muy completas a sus visitantes se parece más a la playa de los cocoteros. No es que sea un fraude para el turista, pero solo hay que verles la cara para conocer, en gran parte de los casos, su decepción.
Playa de Palma, Magaluf, Port d’Alcúdia, Cala Millor…… Sitúese usted cualquier día a las puertas de un hotel que haya abierto y espere a la salida de los turistas que buscan donde ir a cenar….o a la vuelta al hotel cuando ya van a dormir…. Sus caras no tienen nada que ver con las del año pasado: en el hotel casi no se cruzan con nadie (no pueden cotillear sobre el vestido o las bermudas de sus vecinos de mesa en el desayuno), en la preciosa y solitaria playa que tienen ante el hotel disfrutan del sol y el mar (lo único que cumple expectativas) pero a las dos horas se aburren, la tienda de alquiler de bicicletas este año no ha abierto y hay que buscar alguna que suele caer demasiado lejos, 4 de cada 10 cafeterías y terrazas donde pasar el rato están cerradas, y la mitad de sus restaurantes favoritos este año no han abierto. Y encima de noche todo está cerrado y silencioso porque el Govern ha decidido apagar la luz de la diversión.
Como para no volver, si no fuera porque 8 de cada 10 visitantes son repetidores y saben que Mallorca no es esto. No es este lugar en el que el perriflautismo y el ecologismo de alpargata van por la calle con sonrisa de oreja a oreja tras leer en el periódico que este año acabarán viniendo a Mallorca la mitad de los turistas de otros años. ¡Victoria!. Lo pagarán. Lo pagarán ellos y todos nosotros. Al tiempo.
Parece que no nos hemos dado cuenta pero con este panorama, 2020 trae bajo el brazo otro hito histórico: será el primer año en la historia del turismo en el que los turistas volverán a sus lugares de origen con dinero de sobras en la cartera. Este año no le habremos podido sacar el jugo: sin discotecas, tiendas de souvenirs, comercios, cafeterías, restaurantes ni actividades complementarias, estas vacaciones les saldrán a nuestros queridos turistas muy baratas. Baratas y aburridas como nunca. Gracias.