Los actos relacionados con la celebración del centenario del Mallorca, unos mejor que otros, vienen de maravilla para desviar la atención de la nefasta gestión llevada a cabo bajo la gestión de Utz Claassen y la dirección deportiva de Miguel Angel Nadal. Por si el velo no fuera suficientemente tupido, ahora se intenta vender al mallorquinismo que permanecer en segunda división sería un gran éxito. Un alivio sí, vale; pero un fracaso en toda regla también.
Digan lo que digan y amparados en las limitaciones impuestas por la Liga de Fútbol Profesional, cuando desde los despachos de Son Moix se anunció como un gran logro haber obtenido una sustancial ampliación, a consecuencia de la cual se hizo posible el estelar fichaje de Bianchi, el desaguisado en la política de fichajes – Tobías, Gomes, Carioca, Lima, Coro, Acuña,.....- solamente es comparable a la desorganización de una temporada de pocos partidos disputados en Europa y presidida por largos desplazamientos por carretera, cenas a base de picnics y restricciones a los futbolistas bajo la tutela de Michael Blum del que nunca más se supo y se rumorea que vive modestamente y alejado de quien fuera su jefe y mentor.
Luchar por evitar el descenso con el cuarto presupuesto más alto de la categoría roza la tomadura de pelo. Una más. Otros jugadores presentados en su día a bombo y platillo –Moutinho, Javi Ros, Fofo, Joselu,.....- han sido despachados unos en el mes de enero y otros el pasado agosto. Y de todo ello, incluyendo vídeo marcadores, parque infantil, majorettes, cementerios para socios, ocultación del presupuesto, negociación fallida por el Lluis Sitjar, reorientación del estadio y demás ocurrencias, el mallorquinismo sensato, el de verdad y no el sumiso dispuesto a vender su alma al diablo, no pasa página ni lo hará hasta que los verdaderos responsables salgan del club para no aparecer jamás ni por los alrededores del Camí dels Reis.
