El anuncio de ayer, del Presidente Bauzá, de reducir a la mitad el número de consellerias del Govern Balear y, sobre todo, el de recortar al cincuenta por ciento el número de direcciones generales, tiene mucha más importancia simbólica que real, efectiva. En efecto, las funciones que estas consellerias y direcciones generales venían cumpliendo se tendrán que mantener y, por supuesto, los funcionarios afectados seguirán cobrando de las nóminas públicas, dependiendo ahora de otras áreas. Por lo tanto, el ahorro final no será exactamente el que nos haría pensar un recorte del 50 por ciento de los órganos gestores. Pero, si por un lado los ahorros serán inferiores a lo que sugiere la medida, el impacto sobre el Partido Popular, sobre los candidatos a consellers, es notablemente mayor. Aquí, de un plumazo, más de 30 candidatos a directores generales se han quedado con un palmo de narices. Y seis secretarios generales técnicos, y otros tantos asesores y jefes de prensa y de gabinete. Y más de seis consellers que ya estaban mirándose al espejo del baño para ver cómo saldrían en la televisión, que ya estaban imaginándose la impresión en el vecindario de su casa al verlos llegar en coche oficial, con chófer y cristales tintados, se han quedado compuestos y sin novia. ¿Para esto hemos apoyado al PP? Pero Bauzá ha dado una lección: ha hecho lo difícil, lo que mil veces Antich nos dijo que habría que ir pensando; lo que los tiempos recomiendan. El gesto significa que el redimensionamiento del Govern parece que va en serio. El Presidente que ha dejado a unos 45 de los suyos sin cargo tiene la autoridad moral para exigir sacrificios a los demás. Así puede empezar a hablar.
