Un espectador de televisión del sur de Francia se conmovió especialmente por el atentado de Oslo y la matanza de Utoya cuando, el sábado, se dijo el nombre del criminal: era su hijo, al que no veía desde 1995. El hombre, que ha declarado a los medios de comunicación que no regresará nunca más a su país, dijo que se sorprendió de que su hijo pudiera haber cometido tamaña matanza. Yo soy de los que piensan que uno es padre siempre y que no ver a un hijo durante 15 años, no saber qué hace, a qué se dedica, qué piensa, quién es, por muy noruego que resulte, le descalifica, sobre todo para salir al día siguiente diciendo que era familiar directo suyo. Puede haber muchas circunstancias que hayan contribuido a esta barbaridad, pero esta, la que este antiguo funcionario de la Hacienda noruega explica, parece una de ellas, por más que él no se dé por aludido.





