Cada vez que Francina Armengol o Vicenç Thomàs abren la boca, miles de ciudadanos saltan como resortes y se pelean con la radio, la televisión o la prensa, porque ellos dos han sido figuras destacas de este Pacte que nos ha dejado la casa como un erial. Ni Armengol ni Thomàs tienen autoridad moral para exigir explicaciones por el desempleo, por los agujeros económicos, por la deuda millonaria de la sanidad, por los despidos de radiotelevisión de Mallorca, por los recortes… Por nada, porque están entre los culpables de lo ocurrido y eso hace que su oposición sea imposible, increíble salvo para sus corifeos, y completamente inútil y desprovista de sentido. Desde el momento que ni ellos ni su partido, el PSIB, han querido asumir la responsabilidad de lo sucedido, realizar una autocrítica y seguir adelante con otros planteamientos y sabiendo dónde, cómo y cuándo se han equivocado, reconociéndolo públicamente y dejando su puesto a otros, han perdido toda credibilidad y su oposición es, como poco, risible.
