La consellera de Interior e Innovación del Govern, Pilar Costa, hizo público un estudio en el que se constata que el 44 por ciento de los hogares de Baleares no tiene Internet. Incluso peor: en el Pla de Mallorca el 50 por ciento de las casas no tiene ordenador, con lo que difícilmente podrán conectarse a la red. A estas cifras debemos añadirle que, por supuesto, no todo hogar que sí tiene Internet lo utiliza. Como conclusión, parece que fácilmente podríamos indicar que un 50 por ciento de los ciudadanos de las islas no accede a Internet con regularidad. La cifra nos coloca ligeramente por detrás de la media española, lo que sorprende después de haber oído tantas proclamas cibernéticas en nuestros dirigentes políticos. Tal vez, viendo estos datos habría que hacerse muchas preguntas sobre la situación en la que nos encontramos, sobre qué posibilidades competitivas reales tenemos, qué comunicación social podemos establecer, etcétera. Si hay países que superan claramente el 80 por ciento en índices de penetración de la red, si la red es un mecanismo para mejorar la competitividad de la economía y ampliar la productividad, ¿vamos bien? ¿Estas cifras no denuncian una carencia?
