El Govern Balear volvió ayer a cometer otro error en su posicionamiento ante la crisis económica y ya parece que su empeño en equivocarse en este tema no tiene remedio. El President volvió a anunciar el final de la crisis para el 2011, como si no hubiera hecho una predicción similar cada dos meses en los últimos tres años. No sólo eso, sino que nos indica que no llegaremos a los cien mil parados, lo cual, francamente, ya da igual, porque incluso los que tienen empleo están pasándolo fatal. El error del President es paradójico porque, encima, tiene razón: en el año que viene sí habrá una mejora de la economía. Pero es una mejora insuficiente para recuperar terreno, para volver a crear empleo, para cambiar el tono pesimista en el que estamos viviendo. Como el President debería saber, España está viviendo en un paréntesis que se aclarará en la medida en que España se aleje del peligro de quiebra financiera. Si nuestro país no fuera capaz de lograr financiación a precios razonables durante 2011, la crisis se recrudecería hasta llegar a niveles comparables a lo que hoy está sufriendo Grecia o Irlanda. En un escenario positivo, también posible y ojalá probable, el crecimiento previsto para el 2011 no impedirá que Baleares y España sigan perdiendo posiciones en relación con nuestro entorno. Tampoco me parece acertado decir que no llegaremos a los cien mil parados. En realidad ya estamos en esa cifra, si no fuera porque las administraciones utilizan muchos mecanismos para no contabilizar a todos los no activos reales. Pero, incluso así, resulta verdaderamente lamentable dar la impresión de que celebramos no llegar a cien mil, como si los más de noventa mil parados que tenemos no tuvieran importancia. Lo peor de la postura del Govern, lo más triste, es que al intentar minimizar la crisis, al anunciar permanentemente que estamos saliendo de ella, nos indica que se siente responsable, que es parte de la causa; al comportarse como si fuera culpable de la recesión, al intentar esconder los platos rotos debajo del mantel, viene a confesar lo que nadie le atribuía porque es sabido que la autonomía no tiene capacidad ni de sumirnos en esta depresión ni de sacarnos de ella.





