Si lo que está pasando en AENA es triste, más triste todavía es la actitud de los palmeros de la privatización de la entidad gestora de la navegación aérea española. Vaya por delante que no soy de aquellos que se oponen a las privatizaciones por sistema. Las privatizaciones pueden ser buenas si suponen una mejora del servicio, pero es fatal abandonar servicios públicos de primera magnitud en manos privadas que, por ende, sólo están interesadas en el beneficio. Algunos servicios públicos son y serán deficitarios porque es imposible que sea de otra manera. Y, por otra parte, recordemos que tenemos gobiernos liberales de pacotilla: toda privatización es buena hasta que no genera beneficios, momento en que el gobierno liberal (eso significa no intervencionista) de turno tiene que rescatar los servicios/empresas (véase autopistas de Madrid --nos va a costar 4.000 millones de euros la broma--, bancos --40.000 millones de euros--, etc.)
Por tanto, las privatizaciones en España dan para uno o varios artículos. Hoy el tema es AENA. Ver a nuestro Govern y a algunos empresarios estar felices y contentos porque Banca March o Barceló entraban en AENA es patético. En vez de presentar resistencia a una privatización que puede condicionar nuestro futuro económico, en vez de luchar para mantener el servicio público de nada más y nada menos una cuestión tan fundamental como la navegación aérea, en vez de plantar cara al Ministerio, nos conformamos, callamos, agachamos la cabeza, protagonizamos un acto de sumisión y, si es necesario, hasta aplaudimos –como es el caso--.
En mallorquín diríamos: “Això és fer de banyuts i pagar el beure”. No sé a ustedes, pero a mi no me gusta en absoluto la urolagnia, sobretodo, si uno ocupa el rol pasivo. En cambio parece que a nuestros gobernantes…
Se imaginan que pasaría si algún presidente de Baleares se atreviera a plantar cara a Madrid? A lo mejor se ha olvidado que se deben a sus electores y no a los dictados de sus partidos.
