¡Váyase señor Molango!

La inactividad de los propietarios, primero ante las predicciones de tormenta y después durante su descarga, contrastan con las motos que intentan vender sus ejecutivos.

Su única preocupación es desviar la atención de los aficionados cómplices contra los jugadores, demonizar a los únicos que, por otra parte, están en condiciones de evitar la desaparición del club, otro de los temores que toma más cuerpo cuanto más niegan esa posibilidad desde las más altas instancias ejecutivas del club.

El ex presidente del gobierno español, José María Aznar, popularizó desde la oposición aquel chascarrillo, “¡Váyase señor González”, cuando el político andaluz aún gobernaba. Hoy el mallorquinismo real, el mayoritariamente silencioso y menos ridículo, grita a viva voz ¡váyase señor Molango!.

El consejero delegado que dejaron aquí los accionistas americanos, no solo ha sido incapaz de dar la vuelta a la quiebra económica y social organizada por Utz Claassen, sino que ha empeorado todas las capas del club.

Desde el cese de Pepe Gálvez y la contratación de Fernando Vázquez ha sido incapaz de encontrar a un entrenador en condiciones y sus fichajes, especialmente los del último mes de enero, causan risa.

Dos laterales zurdos de menor calidad y recursos del que había y un medio de cierre que contempla desde su casa el hundimiento del equipo y la institución. Olvidemos al periodista presuntuoso que a los dos partidos sentenciaba el éxito de sus contrataciones.

Mientras tanto, la única actividad del abogado suizo consiste en dar conferencias a diestro y siniestro con la presunción de impartir cátedra sobre una materia que ignora ante auditorios desinteresados. Es como si un arquitecto sin carrera, estudios ni trayectoria, quisiera enseñar a los demás cómo se construye un edificio.

Los competidores más directos en la triste y poco ilusionante lucha por evitar el descenso, han intentado todo para revertir su situación.

Algunos, como el Zaragoza, el Rayo, el Almería o el Mirandés han cambiado hasta tres y cuatro veces de técnico independientemente del éxito obtenido, pero al menos han hecho algo. Los dueños continúan con sus vidas allá en la lejana Arizona, sus empleados de alto rango no dan una a derechas, sus inversiones caen en picado.

Han secuestrado, comprado, la institución con un objetivo desconocido, un proyecto inexistente y una gestión lamentable. Y amenazan con seguir pase lo que pase. Dios no lo quiera.

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