En una secuencia lógica de los hechos, con el consejo de administración destripado, el técnico desmotivado y con un pie fuera del equipo y parte de la plantilla diseñando su futuro lejos de la Isla, el Mallorca acabaría peleando por la permanencia. En parte, porque no se adivina un cambio sustancial a corto plazo, ni entre los ejecutivos de la SAD, ni en el vestuario. Así que mientras esperamos que caiga Oltra y que larguen a Cerdà, el Mallorca va dejando cadáveres de aficionados por el camino. ¿Acaso alguien cree que la entrada ante el Barça B será mejor que la del día del Hércules? El hincha, que estaba hastiado, ahora ya está avergonzado.
El partido ante el Mirandés no fue más que la desembocadura de otra semana histriónica y delirante, con pasajes de película de terror. Y esas patéticas batallas en la planta noble le sirven de perfecta coartada a una plantilla que lleva meses sin dar la talla. Declaraciones de algunos jugadores al margen, el fútbol no se entiende sin la responsabilidad de los que juegan cada domingo, así que no olvidemos que más allá de lo que suceda arriba, abajo también hay culpables. Con nombre y apellidos.