Viernes negro

El pasado viernes fue el famoso “Black Friday”, viernes negro, un invento, uno más, del sistema económico capitalista para provocar la compra y consumo de todo de productos, bienes y servicios, muchos de los cuales los compradores no necesitan para nada, bajo el reclamo de sustanciosos descuentos, que en numerosas ocasiones se revelan engañosos e incluso falsos, siendo a veces los precios más caros incluso que unas semanas antes del evento.

Se trata de un auténtico viernes negro, negro para la salud intelectual, emocional, económica e incluso física de muchos ciudadanos. La compulsión compradora provocada por la publicidad desbocada de supuestas ofertas, es causa de problemas de ansiedad, depresión y sentido de culpabilidad posterior, cuando la persona se percata del excesivo gasto económico realizado en productos en muchos casos superfluos, e incluso perfectamente inservibles.

Pero desde hace algunos años el tema ha empeorado, ya que muchas empresas organizan no ya el viernes negro, sino toda la semana, la «black week", la semana negra, toda una semana de consumo desenfrenado y en gran parte sobrero e innecesario. Y para acabar de empeorarlo, tras la semana negra ayer fue el «cybermonday", día dedicado a la compra en línea, para seguir consumiendo sin descanso, no sea que nos dé por reflexionar y nos demos cuenta del absurdo del consumismo perpetuo.

Las organizaciones del comercio venden la idea de que se trata de compras avanzadas a las navidades y que lo comprado estos días ya no se comprará después, pero no es cierto. Es una invitación en toda regla al consumo compulsivo, ya que, si bien es cierto que los mismos productos no se comprarán de aquí a un mes, que en algunos casos sí, en las fiestas navideñas, se comprarán otros. El consumo global será superior al que sería sin la semana negra y el «cybermonday".

Este consumismo desmesurado es una más de las causas del cambio ambiental acelerado que estamos provocando y que nos lleva directos a la hecatombe ambiental y pone en serio peligro nuestra supervivencia como especie, junto a la superpoblación, el consumo exorbitante y acelerado de los recursos naturales del planeta, la destrucción del medio ambiente, el cambio climático, el turismo masivo, una auténtica plaga bíblica, la sexta gran extinción, la pérdida de acervo genético agrícola y ganadero, la pérdida de diversidad cultural que implica la desaparición en este siglo de más de la mitad de las seis mil lenguas que se hablan en en el mundo y de la mayoría de los pueblos que las han creado y la codicia, estulticia, lenidad, deshonestidad y colusión de muchos de los políticos y los poderes económicos.

Pero no desesperemos, seguro que cuando el consumo de estos días, en el próximo futuro, se considere ya parte integral del habitual, inventarán alguna otra cosa, quizás el martes violeta o la semana añil, para que la rueda del consumo superfluo y depredador siga rodando cada vez más rápido y más lejos.

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