Vulnerables

Más de 35.000 personas sin acceso a electricidad durante más de veinticuatro horas. Puede parecer una situación tercermundista pero solo ante una catástrofe de inexplicable envergadura nos podríamos encontrar ante un hecho así. Con el cap de fibló que arrasó parte de Menorca, la catástrofe vuelve a golpear a nuestras islas.

Y pese a que este año estábamos preparados para fenómenos meteorológicos relacionados con el fuego, vemos que no es un incendio. La prevención de incendios se agudizó después del gran incendio de Andratx en el año 2013. Se revirtieron los recortes en servicios esenciales como el IBANAT y el resultado ha sido, al menos en este aspecto, “exitoso”. Y pongo esta palabra entre comillas porque parece que solo aprendemos a base de palos. Esta vez, nos encontramos con otros fenómenos naturales, como la gota fría –muy propia de las lluvias otoñales en el clima mediterráneo–, las torrentadas junto con los cap de fibló.

Y no, este no es un artículo para repartir culpas y buscar responsables. Que si Red Eléctrica, que si las autoridades, que si… no. Escribo estas líneas para admitir mi preocupación, más allá de disputas políticas, por una situación que cada vez parece más habitual: Nuestra fragilidad. Las sociedades avanzadas han ido sorteando la naturaleza con construcciones y actuaciones que cuestionan los fundamentos más básicos del sistema natural. Hemos ido avanzando como quien cree burlar a la muerte en cuentos infantiles. Nos hemos creído invencibles por el progreso alcanzado como sociedad. Pero, pese a ello, hoy somos igual o más vulnerables que nunca. Y porque nuestra condición especial de insularidad vemos que no nos salva de nada, sino que nos hace vulnerables ante reacciones rápidas de emergencias. Lo hemos visto con el suministro eléctrico, pero también lo vimos con los hidroaviones ahora hace 5 años.

Por eso, sorprende que, pese a que deberíamos concienciarnos de lo fuerte que puede ser la naturaleza, ésta ni nos asusta ni nos genera dudas. Y seguimos adelante. Con lo que llamamos progreso, por no decir actitud temeraria. Mientras, la naturaleza actúa y reacciona como un sistema biológico en constante movimiento. Y nos sorprende y lo lamentamos. Así que en lugar de intentar combatir inútilmente a la naturaleza, probemos a convivir y a aceptar nuestra vulnerabilidad, distinguiendo riesgos potenciales y minimizando –que no eliminando, al ser llanamente imposible– los problemas que se generen por desastres naturales.

Que llueva 250 litros por metro cuadrado es inevitable. Su prevención y sobre todo, su predicción, no lo es. Que los cap de fibló entren en tierra continental y abandonen el mar tampoco nos debería extrañar. Pero actuaciones auxiliares en aspectos como servicios eléctricos debería ser habitual. Prevenir antes de tener que curar. Predecir como método para minimizar heridas. Ante lo inevitable, actuemos. Pero siendo conscientes de donde estamos y de lo que somos: vulnerables.

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