Quien se acuesta con niños, amanece mojado, dice un viejo refrán español. La enuresis de Podemos, sin embargo, amenaza con ahogar en orines al Govern de Francina Armengol, que trata de mantener un ridículo postureo como si aquí no hubiese pasado nada, cosas de la democracia participativa y del gobierno de ‘la gente’.
Y vaya si ha pasado. Barceló no ha dimitido todavía porque en la izquierda tienen tendencia a confundir el verbo dimitir con un nombre ruso, por más que receten ceses fulminantes y expulsiones a todos sus adversarios. Si el vicepresident venía ya arrastrándose políticamente tras los flirteos escabrosos de su formación con la contratación irregular –caso Jaume Garau-, ahora su proyecto más emblemático, la Ley de Alquiler Turístico, que iba a solucionar la vida de todos los insulares y a acabar por arte de birlibirloque con la masificación, los atascos, la gentrificación, el turismo de baja estofa y los abusos de poder de los hoteleros, se ha ido a hacer puñetas por culpa de sus socios (¿?) externos, encabezados por la inefable Laura Camargo, más peligrosa que un chimpancé con un Kalashnikov. Con amigos como éstos, a quién le hacen falta enemigos.
En el caso de Més, la cosa es peor, puesto que debemos recordar a nuestros queridos lectores que los econacionalistas llegaron a conformar una candidatura unitaria con los podemitas en las elecciones generales de hace solo unos meses.
Armengol puede, al menos, consolarse con el hecho de que ha logrado destruir la antaño impoluta figura política de Biel Barceló, que llegó a disputarle la presidencia, al menos en los mentideros.
Pero en sus giras propagandísticas, denominadas assemblees obertes, que pagamos a escote todos los ciudadanos, Francina va a tener muchas dificultades para explicar al personal en qué ha quedado el régimen de alquiler turístico aplicable a los inmuebles plurifamiliares, porque, sencillamente, ni un marxista exégeta del Das Kapital sería capaz de descifrarlo.
Como bien dijo Jaume Font –uno de los pocos que mantiene el sentido común en la cámara balear- la ley Barceló sometida al Parlament era un bunyol. Tras el desmarque podemita, sin embargo, esto es ya una auténtica bunyolada, tan grande que al Pacte 3.0 solo le falta salir a cantar serenatas a las vírgenes.
El propio Barceló reconoce que la niña de sus ojos se parece más al monstruo de Frankenstein que a la ley que él imaginó, pero concluye que tranquilos, que esto tiene arreglo.
Me sorprende y me alarma la ingenuidad de que vuelve a hacer gala un líder experimentado, inteligente y con un elevado respaldo electoral como Biel Barceló, solo explicable porque su obcecación en eliminar cualquier posible acuerdo con la oposición le hace mentirse a sí mismo una y otra vez para acabar convenciéndose de que este pacte tiene todavía futuro.
Y, mientras dependa de Podemos, su futuro será muy, pero que muy negro. Y mojado.





