Las nuevas tecnologías están provocando una revolución más allá de las comunicaciones, puesto que, según los primeros análisis, parecen ser también las responsables de la conocida como 'alergia al wifi', una enfermedad que día a día afecta a más personas y que podría convertirse en una de las más extendidas en el siglo XXI. Esta dolencia, conocida como electrosensibilidad, carece, por el momento, del reconocimiento de la OMS, por lo que las personas que la sufren no pueden acceder a tratamientos ni diagnósticos, como cualquier enfermo. No obstante, lo que está claro es que surge a raíz de la exposición continuada a campos electromagnéticos, lo que provoca cefaleas, vómitos, mareos e incluso pérdida de memoria a corto plazo, además de tos, escozor de ojos, irritabilidad, insomnio y eccemas en la piel, si bien, al tratarse de unos síntomas en los que la causa no está comprobada los médicos aún no tienen un protocolo de actuación mediante el cual diagnosticar y poner en tratamiento a las personas que los sufren. Y es que, cada vez son más los que sufren electrosensibilidad, y por el momento sus únicos remedios para paliar los efectos y los dolores consisten en mantenerse alejados de los aparatos que emiten ondas, entre ellos los ordenadores, aunque en la mayoría de los casos resulta casi imposible. De hecho, el Hospital Clínic de Barcelona ha atendido en tres años a un centenar de pacientes con alergia al wifi. Esta reacción la sufren una de cada 1.000 personas, pero Joaquín Fernández Solà, jefe del Servicio de Medicina Interna y único médico en España que diagnostica esta patología, alerta de que podrían ser más a largo plazo porque no están probados los efectos de estos campos tras un período de muchos años. El perfil de la mayoría de afectados responde al de personas con sensibilidad química a agentes ambientales, sin embargo, empiezan a darse casos de personas que desarrollan primero una sensibilidad a estos campos. Suelen ser trabajadores inmersos en un entorno, generalmente laboral, repleto de ondas electromagnéticas, “auténticos búnkeres” que provocan trastornos en algunos de ellos. Fernández Sola ha criticado la ingente presencia de antenas, repetidores, redes wifi, ordenadores y microondas en entornos comunes sin que se haya demostrado “a largo plazo” su inocuidad, y ha lamentado que exista “cierta tolerancia” hacia estos aparatos. Por ello, ha recomendado evitar una exposición intensiva a estos campos, contemplar la posibilidad de comprar móviles de tercera generación que reducen la emisión de ondas, además de pantallas LED y protectores de pantalla para el ordenador.
