Agua

Uno de los cuatro elementos, H2O, el 65% de nuestro cuerpo, el origen de las especies, la savia de la vida... Lo llamemos como lo llamemos, no podemos prescindir del agua si queremos tener vida durante un minuto, incluso para aquellos que no quieren probar ni una gota porque cría renacuajos.

Las imágenes de los embalses mallorquines con su capacidad llena en índices misérrimos han hecho levantar todas las alarmas, máxime al encontrarnos en un período del año en que las lluvias tendrían que ser la tónica habitual. Que exista sequía en pleno mes de enero no es para menos.

Ya se escuchan voces que claman una posible restricción en el consumo de agua -sobre todo por lo que se refiere a Palma- teniendo en mente la población que alberga Mallorca durante los meses de verano.

Sin negar la necesidad de poner medidas para penalizar el derroche de agua, uno se pregunta por qué no se ataja el problema de raíz y que es de sobras conocido. La mayor parte del agua que baja de Cúber y del Gorg Blau hasta Palma se pierde por el camino. Los miles de kilómetros de cañerías subterráneas adolecen de un número ingente roturas invisibles a los ojos.

Imagino que arreglar todos estos conductos supondría dedicar el presupuesto completo de Palma de todo un lustro, y que, por tanto, nadie va a acometer tan necesaria obra. Aún así, uno se pregunta cuán diferentes serían las cosas si el agua se pagase en origen y no en destino, es decir, que todo el agua que sale de los embalses en dirección a Ciutat fuera pagada en prorrateo entre todos los ciudadanos. La cosa cambiaría cuando los titulares de una vivienda se encontraran con un recibo mensual de 300 euros.

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