Ayer celebramos la Festa de l’Estendard, en conmemoración de la Conquista de Mallorca por Jaume I y nuestra incorporación a los territorios cristianos. Este hecho, enmarcado en el 1229, supone una fecha a tener en especial consideración ya que toda la cultura, tradiciones e incluso lengua propia derivan de esta efeméride. Además, esta fecha viene celebrándose desde hace más de 700 años, con lo que supone una de las fiestas civiles más antiguas de Europa.
El día anterior por la tarde, se produjo la tradicional ofrenda floral por parte de las autoridades y de la sociedad civil. Este año, nosotros, desde Joves per les Illes no nos lo quisimos perder y participamos de la celebración entendiéndola como un homenaje a un destacado dirigente de nuestra historia, pero a la vez como un día de hermandad y fraternidad entre todo el pueblo mallorquín. Como bien saben, durante la ofrenda se volvió a producir –para desgracia de la sociedad– la ya habitual situación de insultos, gritos y descalificaciones por dos sectores que, aunque muy minoritarios sí que muy ruidosos. De un lado, los españolistas y por el otro, los independentistas. Y pese a que es la segunda vez que participo de la ofrenda, esta vez me llevé un sabor agridulce. Que una fiesta de todos pase a estar monopolizado por sectores radicales de la sociedad me decepcionó profundamente. Y ya no tan solo por lo poco representados que nos sentimos la gran mayoría ante estos dos minoritarios grupos, sino también por el protagonismo –a mi entender innecesario– que les otorgamos.
La sociedad en su conjunto, con toda su riqueza ideológica y de pensamiento convive, respeta y tolera. Tan solo unos pocos pasan al insulto y a la descalificación. No dejemos que la tensión y la crispación que se vive en otras partes llegue a nuestra casa. Pese a lo fácil que es alinearse con los extremos, no caigamos en esa tentación. Porque el día de mañana nos tendremos que sentar en la misma mesa y tendremos que seguir conviviendo. Este es el peligro de apostar por fuerzas radicales y extremistas. El peligro de aceptar soluciones fáciles en lugar de seguir trabajando la convivencia y la concordia. Que este 2019 que empieza lo haga cargado de sentido común y respeto.
