El discurso de investidura de Francina Armengol ha sido un guiño constante a los colectivos que estuvieron protestando en la calle durante la pasada legislatura contra las políticas del Partido Popular. Las mareas de colores (verde por la educación, naranja por los servicios sociales, etc) han marcado el camino a los partidos de izquierda que han conseguido desalojar del poder al PP aliándose con los ciudadanos molestos. La sociedad civil, a menudo desoída y minusvalorada con teorías como la de la “mayoría silenciosa”, trató de hacer oír su voz contra las políticas de PP, que como ahora se comprueba cometió un grave error al ignorar el clamor de la gente que protestaba, lo que movilizó aún más a los votantes de izquierdas que en 2011 les dieron la espalda, propiciando la espectacular mayoría absoluta del PP.
José Ramón Bauzá incurrió en dos equivocaciones fatales: por un lado ignorar las protestas en lugar de negociar con los manifestantes y buscar desactivarles con algunas concesiones. Creyó que su mayoría absoluta había surgido gracias a los méritos del PP, cuando realmente fue producto del demérito de los partidos del Pacte de Progrés. Por otro lado transmitió una imagen de gobernante autoritario y distante, incapaz de escuchar y de modular su acción política dependiendo de las circunstancias. La ciudadanía creyó que las protestas se había convertido en algo inútil y que solo desalojando al PP del Govern se lograría cambiar las políticas del Ejecutivo.
Armengol dice haber recogido el deseo de cambio de la ciudadanía. Y va aún más lejos al afirmar que gobernará escuchando al pueblo, para terminar pidiendo que si no lo hace, que se lo digan. Quiere demostrar que ella no es Bauzá y que no incurrirá en sus errores. Ya imagino que sus socios, Més y Podem no le dejarán hacerlo. Y como seria advertencia solo conseguirá de los de Alberto Jarabo los votos indispensables para lograr su investidura, ni uno más. Es lo que tienen los gobiernos en minoría como el que presidirá Armengol.
