A los cuatro minutos, el Mallorca ya había gozado de una clara ocasión de gol, a los cinco se adelantó en el marcador y a los.........noventa rezaba para no encajar el quinto tanto en contra. Es la lógica consecuencia de creer que en fútbol cuentan más los cojones, con perdón, que la reflexión. Finalizados los fastos de la semana, que si película, que si camiseta amarilla, que si cohetes al final del partido. Miren, el horno no está para bollos ni Son Moix para fiestas y desde el club se dejan ya de discursos vacíos de contenido y celebraciones sin sentido y se ponen las pilas o algunos de sus futbolistas jugarán la temporada próxima en Segunda B con Olaizola a la cabeza.
Sí. Pep Lluis Martí, un jugador forjado a si mismo ante el desprecio de Fernando Vázquez gracias al que pudo triunfar en Tenerife y Sevilla, también se ha educado como técnico y ayer le dio una lección magistral al aprendiz. Como si la cosa estuviera para experimentos, los locales salieron con un doble lateral en la banda izquierda. Saúl y Angeliño, dos acertadísimos fichajes según apreciación personal de algún periodista deportivo de pacotilla. Recuerden a Company y Campabadal jugando uno delante del otro en el campeonato anterior, pues igual pero en el otro lado. Sentado en el banquillo visitante y con el marcador en contra, el ex mallorquinista encontró la inspiración y, tras el descanso, se limitó a efectuar dos cambios, ambos en la misma banda, que determinaron el resto del encuentro ante la ceguera del anfitrión.
A los dos minutos de la reanudación, 1-1; a los 7, 1-2; a los 16. 1-3; a los 29, 1-4 y no hubiera habido quinto malo, como en los toros, si Amath no hubiera pecado de individualismo. Mientras los propietarios del castillo tiraban de grandes recursos, Lekic por un lateral y Brandon a la banda y, en consecuencia, más lejos de la portería, para después relevar a Moutinho por Roigé, otro de los grandes descubrimientos de Molango y cia, el Tenerife decidió lo más lógico: apuntalar el centro del campo, poseer el balón y dejar pasar el rato. Allá a lo lejos se escuchaban los pitos del público, que vació las gradas antes de tiempo, y las risas de Salomao y Oscar Diaz.
