Vino Alfonso Guerra a Mallorca y no advirtió que “cuidado, que si llega la derecha al poder os quitará las pensiones”. Sin embargo, no ha pasado ni una semana y ha sido Francesc Antich quien, ha azuzado el mismo fantasma de hace años. El presidente del Govern y candidato a la reelección sigue con su obsesión con el PP. En lugar de explicar supropio programa electoral, el socialista prefiere hablar de las intenciones del principal rival. Mientras José Ramón Bauzà mantiene superfil bajo y presenta propuestas, Antich asegura haber oído que los ‘populares’ “quieren privatizar todo lo que son políticas sociales” y que si “entran, la gente tendrá que pagar por estos servicios”. Ni Alfonso Guerra se atrevió a tanto el sábado de la semana pasada. El ex vicepresidente de González -que se olvida del cortijo andaluz del PSOE y de que tiene un hermano, llamado Juan, que ofrecía cafelitos y favores en la Junta- se limitó a utilizar su gracejo, ironía y las mayores dosis de sarcasmo para proponerle al PP balear que reformara la cárcel para reunirse entre sus muros. Pero ni el sevillano sacó a pasear el ‘doberman’ de la derecha. Ha tenido que ser, paradójicamente, un hombre tranquilo y normalmente conciliador como Antich, quien ha elevado tanto el tono que se ha salido totalmente del pentagrama en los primeros compases. Y eso que había sido el mismo presidente quien, al convocar oficialmente las elecciones, afirmó el 28 de marzo, con solemnidad, que quería ser “el primero en proponer lealtad institucional, educación en las formas, rigor intelectual, respeto al adversario y juego limpio”. ¡Menos mal! No llega a haber afrontado Antich, con tan nobles propósitos, la campaña… y ¡a saber qué podría haber salido de su boca! Está claro, aunque no por eso deje de ser menos lamentable. Estamos en periodo preelectoral, hay muchos nervios y cosas que no cambian. Ya pueden utilizarse ‘twitter’, ‘facebook’ y todo tipo de tecnologías para pedir el voto innovando, que no hay forma de erradicar el insulto, el ataque al adversario y la demagogia en los días previos a las elecciones. Desde luego, si ésta es la forma de incitar a participar en la “gran fiesta de la democracia”, a uno se le quitan las ganas de ir.





